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((**Es13.266**) Y él añadió: -Se trabaja, pero me dijo que se trabaje. Y dicho esto ya no lo vi a él ni a los otros, y más admirado que antes, continué mi camino hacia el Oratorio, y al llegar a él me desperté. Esta es la historieta que os quería contar. Llamadla apólogo, parábola, fantasía, esto poco importa; lo que desearía es que quedase bien grabado en la memoria lo que dijo aquella mujer a don Mateo Picco y a los demás: o sea, que practicásemos la mansedumbre de nuestro San Francisco y que trabajásemos mucho y siempre. Después don Bosco continuó explicando cuanto la mujer había dicho, sacando de sus palabras argumentos de estímulo para practicar cuanto había sido recomendado. Habló extensamente también de lo mucho que había que hacer, de la necesidad de trabajar, concluyendo con estas palabras: -Procuremos ser amables con todos, recemos los unos por los otros a fin de que no se falte a la moralidad; hagamos el propósito de ayudarnos ((**It13.304**)) mutuamente. Que el honor de uno sea el honor del otro, la defensa de uno, la defensa de todos; todos debemos esforzarnos por honrar y defender a la Congregación en la persona de cada uno de sus componentes, porque el honor y la deshonra no caen sobre uno, sino sobre todos y sobre la Congregación entera. Por eso procedamos con el mayor celo para que esta nuestra buena madre no sufra el menor menoscabo en su reputación. Procuremos todos defenderla y honrarla con denuedo. Y prosiguió exponiendo y comentando este concepto hasta finalizar con las siguientes palabras: -Seamos animosos, mis queridos hijos, encontraremos muchas espinas, pero recordad que tampoco faltarán las rosas. No nos desanimemos ante los peligros y las dificultades; recemos con confianza y Dios nos prestará el auxilio prometido a quien trabaja por su santa causa. Permanezcamos todos unidos formando lo que dice la Sagrada Escritura de los primeros cristianos: cor unum et anima una (un solo corazón y una sola alma). Evidentemente los misioneros tenían más necesidad que los otros de cerrar filas y formar un solo corazón y una sola alma. Don Bosco pensaba en ello. El 7 de octubre era la fiesta de la Virgen del Rosario. El Siervo de Dios, apenas terminó el Capítulo General, no quiso romper la tradición de celebrar en I Becchi la solemnidad. Había enviado allí a un grupo de aspirantes con don Domingo Milanesio para que predicara la novena. La víspera de la fiesta envió también a los demás misioneros. Estos fueron en tren hasta Chieri y visitaron el seminario, donde don Bosco había hecho sus estudios eclesiásticos; después siguieron (**Es13.266**))
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