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((**Es13.240**) Es útil recordar lo que se dijo acerca de la asistencia en los dormitorios. Hubo un tiempo en que se permitían a los asistentes unas celditas en los ángulos de los dormitorios: consistían en unas sencillas cortinas sostenidas por unos hierros. Generalmente el asistente tenía allí una mesita con algunos libros. Después insistió tanto don Bosco en que se eliminaran las mesas de las celditas, que se quitaron y no se dejó para el asistente más que la cama con unas cortinas y nunca en los ángulos, sino entre las demás camas del dormitorio. Ahora renovó sus recomendaciones sobre este punto, que él tomaba muy a pecho; ífuera celdas y fuera mesas! Nos impresiona esta su firmeza aún más, al considerar cómo rebatió las objeciones que le opusieron algunos directores. -Hay maestros, observó alguno, que deben asistir en el dormitorio y necesitan la mesa para poner libros y apuntes y necesitan la celdita para ir a estudiar allí algunas veces. -Tampoco se permita eso en este caso, replicó don Bosco. ->>Cómo se las arreglarán entonces los maestros: -Tengan un lugar a propósito en otra parte; por ejemplo, un escritorio ((**It13.273**)) cerrado con llave en el estudio general o en la clave; pero no en el dormitorio. -En otras partes no hay habitaciones disponibles; son tantos los muchachos que piden ser admitidos, que estamos en nuestros colegios como sardinas en banasta. -Pues bien, admítanse menos muchachos; pero en los dormitorios no debe haber mesas ni celdas. Basta la cama con las cortinas para la hora de levantarse y acostarse; después estén éstas siempre recogidas. El Beato prolongó la conversación, indicando algunos medios para hacer florecer la moralidad en los colegios. -Con estas precauciones se pueden lograr muchos y buenos resultados; sin embargo, ni con esto ni con otras cosas se podrá obtener nunca una moralidad absoluta en todos; se necesitaría no ser hijos de Adán. Hágase lo que se pueda, y aún algo más, y después acordémonos de rezar mucho y la oración obtendrá lo que no podremos alcanzar con nuestros esfuerzos. Y recordemos que los dos medios más aptos para arrancar de raíz todo acto de inmoralidad y para introducir esta virtud en grado casi perfecto entre nuestros alumnos son: 1.° La frecuencia de los santos sacramentos. Este es el principal y, dígase lo que se quiera, si los sacramentos se reciben a menudo y con las debidas disposiciones, no arraigará ningún desorden. 2.° Envíense a su casa los que cometiesen escándalos de esta clase. No hay otro medio; cuando el mal hábito es inveterado, sólo por milagro puede uno convertirse. Ese tal se confesará, estará verdaderamente arrepentido, pedirá perdón en privado y (**Es13.240**))
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