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((**Es13.231**) tendría innumerables imitadores, e incluso no pocos de los mismos que reprochaban su proceder sacarían al público sus propios boletines. Y fue realmente profeta en esto. Comoquiera que sea, el Boletín Salesiano, entre todas las publicaciones de don Bosco, es tal vez la que ha producido mayores frutos, ya sea enardeciendo los corazones para cooperar en las misiones y en las obras de la religión, ya sea despertando generosas vocaciones eclesiásticas y misioneras. Lo cierto es que también en esto se anticipó don Bosco a los tiempos: tendencias nuevas tomaban en el mundo el puesto de viejas costumbres: lo que en otro tiempo se prefería tener oculto, pronto se sentiría la necesidad de propagarlo, fuese bien o fuese mal. Don Bosco consideró mejor partido hacer servir para incremento del bien aquella gana de publicidad, que él presagiaba llegaría a ser una verdadera idea fija, al tiempo que vehículo de males incalculables. El Capítulo General no aprobó la propuesta de introducir entre los Cooperadores la práctica de conferencias mensuales, aunque ya se las mencionaba en el reglamento. Una razón, que se consideró convincente y conforme al espíritu de don Bosco, fue que esa plática creaba un vínculo algo molesto. En efecto, muchos deseaban ser Cooperadores, y hacer verdaderamente ((**It13.263**)) el bien; pero les molestaba comparecer en público o no encontraban cómodo acudir a estas reuniones. Y quien no quisiese pertenecer a la asociación, al abstenerse de intervenir, daría a conocer en seguida su propio alejamiento y de ahí vendría el justificar su proceder hablando con otros del asunto y necesariamente reprochando alguna disposición de los salesianos. Se tenía ya el Boletín como vínculo natural de unión, y con ello se evitaba el inconveniente que se lamentaba. Y, cuando alguno no mereciera ser contado entre los Cooperadores, se le suspendiese el envío de la revista y la cuestión acababa por sí misma. Objetóse que el Boletín se enviaba gratuitamente, cuando a nosotros nos costaba dinero y causaba molestias. Con respecto a los gastos se contestó que hasta entonces se habían cubierto y, por cierto, con creces. Muchos, al no ver cuota fija ni obligatoria, daban más de lo que se les había pedido; otros no daban nada de momento, pero enviaban después limosnas en determinadas circunstancias o ayudaban de diversas maneras al Oratorio. Con respecto a las molestias se observó que el Oratorio, siendo el centro único para un número ya grande de asociados, encontraba en ello sin duda un gran quehacer; sin embargo, desde el momento en que estuviese convenientemente organizada la administración, las cosas debían proceder más cómodamente; casi bastaba una sola persona hábil, que se (**Es13.231**))
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