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((**Es13.156**) a don Bosco la triste noticia y dejó escapar a los puntos de su pluma una frase, que es el mejor epitafio del difunto: <>. Desapareció el gran trabajador y el gran animador estaba también a punto de dejar a los hermanos para volver al Padre. Don Bosco le había escrito el 31 de marzo: <<>>Será posible que puedas tomar parte en el Capítulo General que debe comenzar a primeros del próximo septiembre? Habrá que tratar y resolver cosas muy importantes; por tanto, mira, observa y dime si fieri potest>>. Es increíble la confianza y benevolencia que, en menos de dos años, había sabido captarse don Juan Cagliero de los hermanos y de toda clase de personas. Cuando don Bosco, al escribir de tan lejos, indicó la posibilidad de aquel llamamiento, el querido don Juan Bautista Baccino le había contestado: <<>>Nos llama hijos y nos trata con tanto rigor? Si ya fuésemos mayores, ípaciencia! Pero somos niños. El Señor alimenta a sus pequeños con leche y confites; reserva las pruebas para los ancianos, para que hagan méritos. >>No sabe que nosotros somos niños y yo el primero? Si nos quita al jefe, >>qué haremos? Verumtamen, non mea voluntas sed tua fiat>>. Y en muchas otras cartas, que guardamos, se ve la aflicción general de los amigos ((**It13.174**)) y conocidos, cuando sonó la hora de la separación; pero el sentimiento de todos aparece en estas palabras lapidarias de monseñor Vera: <<(Don Juan Cagliero) ha sabido conquistar las voluntades de los americanos>> 1. No hay quien, al escribir, no haga fervientes votos por su seguro y pronto regreso 2. Su llegada al Oratorio fue precedida por la visita de monseñor Pedro Lacerda, el celosísimo obispo de Río de Janeiro, de quien ya hemos hablado dos veces en el volumen anterior 3. <>. Don Julio Barberis fue a recibirle a la estación y darle la bienvenida en nombre de don Bosco. La banda de música le saludó a su entrada en el Oratorio, donde lo esperaba el Beato. Tres sucesos memorables perduraron después de su salida. El primero fue la consulta a algunos muchachos, de la que se habló en el lugar que acabamos de citar. Impresionó también una poesía de Lemoyne en su honor. Monseñor 1 Véase apéndice, doc. n.° 19. 2 Carta a don Bosco, Montevideo, 5 agosto de 1877. 3 Véase volumen XII, pag. 294 y 457. 4 Sacerdote PABLO ALBERA, Monseñor Luis Lasagna, pag. 162,5 Benigno Canavese, 1900. (**Es13.156**))
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