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((**Es13.140**) ((**It13.154**)) Don Bosco hubiera querido entretener todavía a monseñor Aneyros siquiera un par de días, porque el día primero de julio tenía que celebrarse en el Oratorio la fiesta de san Luis y se decía en las invitaciones, ya impresas, que el Arzobispo de Buenos Aires pontificaría solemnemente en la iglesia de María Auxiliadora. Menos mal que casualmente se encontró en Turín, y huésped del Oratorio, monseñor Formica, obispo de Cúneo, que aceptó de buen grado cantar la misa y las vísperas, presidir la procesión e impartir la bendición. El programa de los festejos se cerraba el 3 de julio con la representación de un drama, titulado Una esperanza o El pasado y el porvenir de Patagonia, original de Lemoyne. Don Bosco había inspirado la idea al autor y le había asesorado durante la redacción. En efecto, en su viaje a Francia llevaba consigo el manuscrito de la primera redacción, que leyó con lágrimas en los ojos; después escribió desde Niza, el 28 de febrero, a don Juan Bautista Lemoyne que él consideraba aquella composición dramática como su obra maestra; pero, al mismo tiempo, le recomendaba que la puliera un poco más todavía, hasta lograr estas tres cosas: 1.°, que fuera más fácil la acción y el aparato escénico; 2.°, que estuvieran más estrechamente unidas las partes, dando más vida y soltura en el tercero y cuarto acto a la acción misma, en los que le parecía languidecer; 3.°, juntar el cuarto y quinto actos en uno sólo para que el final del drama no resultara flojo. Prometía volver a leerlo y concluía diciéndole: <>. Agradó, en efecto, muchísimo. Se construyó un escenario muy grande y cubierto con un amplio telón en el patio de los aprendices. Asistieron los muchachos y más de mil quinientos invitados. Pero faltaba el espectador más deseado; lo representó monseñor Ceccarelli, que se quedó en Italia hasta la salida de los misioneros de la tercera expedición, que don Bosco estaba preparando. La novedad del tema y la variedad de la trama se ganaron los aplausos entusiastas del público; y el drama produjo por sí mismo buenos efectos espirituales, despertando en los corazones calurosa y benéfica ((**It13.155**)) simpatía por las misiones y engendrando o desarrollando en los muchachos y en los clérigos la vocación misionera. Aquellas escenas fueron objeto de muchas conversaciones en casa y fuera de ella. El 4 de julio fue don Bosco con monseñor Ceccarelli a visitar el colegio de Borgo San Martino y desde allí alcanzar en Alassio a monseñor Aneyros y los suyos. Salió de Borgo el 6 por la mañana, tras escribir a don Miguel Rúa: <>. El (**Es13.140**))
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