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((**Es12.93**) a recibir a los misioneros, volteaban las dos campanas de la iglesia para avisar a los fieles. -Para nosotros, solía contar monseñor Alberti, niño entonces de nueve o diez años, parecía que tocaban anunciando nuestra agonía. ((**It12.100**)) Pues bien, >>qué sucédio? Algunos de los más tunantes se reunieron y acordaron desatar las cuerdas de las campanas. Subieron al campanario y, aprovechando un momento de descanso de los compañeros, desataron las cuerdas, que cayeron al suelo sin que nadie diese con la causa. Iban llegando mientras tanto los misioneros, extrañados de no ver muchachos por el camino, ni en la iglesia. Los muchachos estaban allí, pero estaban escondidos detrás de la gente o acurrucados por los rincones. Por fin, don Juan Cagliero descubrió algunos y los llamó amablemente; los tomó de la mano, les regaló medallas y los trató con tanto cariño que ellos, y uno era el pequeño Alberti, dijeron entusiasmados a los socios de la Cofradía: -íEstos sí que son buenos y nos quieren! Con esto quedó inaugurado el Oratorio festivo. Un oratorio, donde el heroico don Juan Baccino realizaba milagros de caridad y de celo, no sólo con los chiquillos, sino también con los mozalbetes obreros, y preparando las primeras vocaciones de coadjutores y clérigos. Se cuentan entre ellos, además del mismo monseñor Francisco Alberti, el óptimo párroco Angel Brasesco, el actual Director de los Cooperadores Salesianos monseñor Carranza y el Obispo de San Juan de Cuyo, monseñor José A. Orzali. Hay también una Hija de María Auxiliadora, argentina, sor Emilia Mathis, que guarda vivos recuerdos de aquellos días. Tenía diez años cuando vio llegar a los primeros misioneros y era alumna de la escuela nacional. Ahora, después de asistir al imponente cortejo, mucho más solemne, en honor de don Bosco beatificado, sintió la imperiosa necesidad de desahogar los sentimientos de su corazón y, repasando aquellos lejanos recuerdos, escribió al Rector Mayor don Felipe Rinaldi en estos términos: <((**It12.101**)) ellos los que sembraron y cultivaron en algunas de nosotras el germen de la vocación hasta hacernos llegar a ser humildes Hijas de María Auxiliadora y de don Bosco. >>-íQué buenos son estos Padres! Nos decíamos unas a otras íQué(**Es12.93**))
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