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((**Es12.587**) Así, pues, estoy seguro de que su gran caridad hacia Dios y los hombres, hará cuanto pueda para presentarme óptimos jóvenes. En espera, pues, de ver cumplidos mis deseos le ofrezco mis respetos de corazón y con el mayor aprecio tengo el honor de profesarme Roma, Hospital del Espíritu Santo de Sassia, a 9 de marzo de 1864. Su atto. v s.s. Padre F. ANGEL M. DEL TUFO, Capuchino Director de los Hermanos Hospitalarios Conceptinos. 48 Carta de don Luis Lasagna a don Bosco Veneradísimo Padre: No me atreví a escribirle antes por no comunicarle inútilmente nuestras ansiedades y apuros, pero ahora que ya están las cosas arregladas, siento la necesidad de confiar a su corazón de padre lo que nos ocurrió de Génova a Burdeos, para recibir los consejos y consuelos, que estamos acostumbrados desde hace tantos años a recibir de sus labios. Cuando nosotros diez recibimos su bendición en la sala de espera de la estación de Sampierdarena, nos pareció que crecía y se reforzaba nuestro valor; pero, cuando el tren nos separó de su lado, amadísimo Padre, y nos llevaba lejos, muy lejos de usted, tal vez para siempre, entonces nos quedamos tristes y en silencio durante varias horas, alguno llorando como desahogo del dolor, no por la partida deseada y deliberada de mucho tiempo atrás, sino por tenernos que separar de quien durante tantos años había sido nuestro padre amoroso, y al que quizá no volveríamos a ver más en esta tierra. Hicimos una breve parada en el Colegio de Alassio, donde algunos de nosotros ((**It12.696**)) teníamos amigos, alumnos y superiores. Pero, cuando mis alumnos, con todos los demás del Colegio, reunidos en una sala empezaron a cantar himnos y a recitar diversos trozos literarios, entonces >>quién podría describir la conmoción que se apoderó de los corazones allí presentes? En Niza nos encontramos con los hermanos que nos habían adelantado con el cónsul comendador Gazzolo. Entonces advertí un error, cuyas consecuencias intenté inútilmente impedir; pues aquí me di cuenta, por los documentos que me entregaron, de que el barco no salía el día 20, como nos habían asegurado, sino el 18 de noviembre. Enviamos inmediatamente dos telegramas; uno a la agencia del barco y otro al Cónsul argentino de Burdeos para que, si fuera posible, nos obtuvieran el retraso de unas horas para la salida del barco. Pero cuando pusimos pie en la ciudad, todavía estaba caliente el cañón, que había dado la señal de salida a los viajeros del Poitou, el gran barco que debía habernos llevado a la lejana América. El caso era muy serio, mas, sin amedrentarnos, y haciendo de la necesidad virtud, llevé inmediatamente su carta de recomendación al cardenal Donnet, Arzobispo de aquella diócesis, pero éste estaba ausente. Como teníamos que parar unos quince días (**Es12.587**))
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