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((**Es12.578**) delegados de la casa de San José, presidida por mí, le manifesté con ahínco todo este asunto y le interesé para que me apoyara en mi intento. Sonrióse el señor Pippo al oír mis palabras, y después de una breve pausa, me dijo: -Usted ha sido inspirado por Dios para hablarme hoy de este asunto, porque ha de saber usted que, hace dos horas, iba a efectuarse el alquiler de los locales que poseo junto a Santa Bonosa, y no quise contratar con el señor Cagiati, porque yo quería alquilarlos todos, y él quería sólo una parte. Sepa usted que el Ayuntamiento de Roma, no habiendo podido lograrlo directamente de mí que no quiero meterme en contratos, arde en deseos por hacerse con todos estos amplios locales, que poseo aquí alrededor, y ahora ha prometido veinte mil liras de comisión a un tal señor Peretti, si consigue obtenerlos por vía indirecta. Sepa, en fin, que el Gobierno tenía pensado abrir en esta localidad un vasto hospital destinado especialmente a sifilíticos y ofrecía un rico arrendamiento, para librarse de los muchos millones que le cuesta el Hospital para sifilíticos de Terni, adonde se envían los enfermos de Roma; pero yo nunca quise saber de esos intereses, ni los busco. La propuesta que usted me hace de ceder dichos locales en favor de don Bosco para abrir una casa de educación para los hijos del pueblo, que tanto necesita esta pobladísima barriada del Transtíber, es una propuesta, repito, ((**It12.685**)) inspirada por Dios, y conforme en todo con mis deseos, y los de mi familia. Tratándose de don Bosco yo no busco intereses, le presentaré el libro de administración; él verá a cuánto ascienden los alquileres, aunque pequeños, que he percibido hasta el día de hoy por estos locales, y que ahora podría subir a cantidad mucho mayor, y él pagará únicamente aquél, ni un céntimo más. Y si don Bosco quisiera tambiém comprar todos los locales, en atención a él, estoy dispuesto a todo, en vista del gran bien que de esto puede venir a esta parte de Roma tan relevante y, sin embargo, tan poco atendida, y por eso tan necesitada de cultura cristiana y cívica. Animado por esta tan buena acogida a mi propuesta, pedí al señor Pippo el favor de visitar junto con él los locales de que se trataba. Fijamos, pues, un momento para ello y a la mañana siguiente fuimos juntos a Santa Bonosa. Esta iglesita está pegada por un lado a una casa de Forti, comprendida entre los locales que se le cederían en alquiler; pero por lo demás no hay más que una calle entre la iglesita de Santa Bonosa y el grupo de locales de que se trata. Con un pequeño arco quedaría unida la iglesia al resto. Estos locales, llamados hoy así por estar destinados a almacenes comerciales, son edificios históricos, porque fueron residencia de la nobilísima, y en otro tiempo poderosa familia Anguillara. Constituyen una especie de castillo independiente, que tiene a la derecha a poca distancia la orilla del Tíber, a la izquierda la calle de la Lungaretta, al este el palacio Feroci, también propiedad del señor Forti y al oeste la iglesia de Santa Agueda y la casa de los padres Doctrinarios. Sobresale en el medio, y es parte de los locales la airosa torre de los Anguillara, fiel custodio del nombre de sus nobles señores, a la que subieron emperadores, reyes, reinas y muchos príncipes, cuando el buen caballero José Forti, de grata memoria, instalaba en ella el espectáculo, verdaderamente magnífico y digno de Roma, del Pesebre o Nacimiento, como motivo de las fiestas de Navidad. Desde la cima de esta torre se divisaban las montañas lejanas, los castillos romanos, una parte de Roma y el cauce tortuoso del rubio Tíber, acompañado de la escena principal hábilmente trazada del misterio del nacimiento de Jesús, con los pastores que lo veneran, los ángeles que bajan del cielo, la gruta de Belén, las ovejitas que lo rodean era algo más divino que terreno, que elevaba al Paraíso el ánimo de los visitantes. Observé dichos locales y vi lo que nunca habría esperado de aquel lugar de Roma, (**Es12.578**))
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