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((**Es12.514**) viese avanzar hacia él aquella horrible figura y pararse a los pies de su cama y decirle: -íVen conmigo! (brrr... risas generales). El contestaría: -Pero yo ahora no tengo ((**It12.610**)) ganas de morir todavía... dejar a los parientes, a los amigos, a los superiores... y después mañana... en este dormitorio, íqué espanto!... Ahora no estoy dispuesto. Y si aquélla se acercase más y esgrimiendo la corva guadaña le dijese: -No importa. Ahora hay que dejarlo todo, parientes, amigos; para ti ya no hay dormitorio, ya no hay mañana. Llevarás contigo lo que te hayas preparado. Hac nocte animam tuam repetent a te. Ibis in domum aeternitatis tuae. Y lo que digo de uno puede suceder a muchos. Ayer mismo, por traernos un ejemplo, el doctor Savio se sintió algo indispuesto después de cenar. Se acostó; a eso de la media noche fue alguno a ver si necesitaba algo y se lo encontró muerto en la cama. Había muerto sin recibir los sacramentos, sin tener tiempo para pensar en las cosas de su alma. Ya estaba en la eternidad. Afortunadamente aquella noche había rezado las oraciones con los demás de su casa, y, fuera de lo acostumbrado, él mismo había hecho rezar a la familia las letanías de la Bienaventurada Virgen María. Por eso esperamos que la Virgen lo habrá ayudado en el gran paso. Los años pasan y llega la muerte y muchos de nosotros, que ahora estamos aquí sanos y robustos, otro año ya no estarán. Así, pues, volviendo a nuestro tema, para alejar la muerte lo más posible, alejemos de nosotros el pecado, especialmente el pecado contra la virtud de la modestia que es el que, más que ningún otro, aguijonea la muerte, y del que entendía hablar el Espíritu Santo cuando dijo: Stímulus mortis peccatum est. La segunda parte de mi consejo se refiere a la forma de estar preparados. Propongámonos pasar el año, que vamos a empezar, como querríamos haber pasado el que vamos a terminar. Cumplamos con diligencia cada uno de nuestros deberes. Con diligencia, esto es con amor, pues la palabra diligencia viene del verbo diligere, amar. Sea uno, por ejemplo, zapatero, encuadenador, maestro, asistente, estudiante; cumpla su deber con alegría, con amor, y de este modo estará preparado para morir. El Señor premia al obediente. Pero éstas son cosas materiales y, como lo indica la misma palabra materiales, conciernen sólo a la materia, al cuerpo, que muy pronto tendrá que llegar a su fin. En lo que se ha de emplear más diligencia es en las prácticas de piedad. Vayamos a confesarnos con frecuencia, acerquémonos a menudo también a la sagrada comunión, que es la que debe ayudarnos durante toda la vida; hagamos todas las obras buenas que podamos, cumpliendo bien nuestros deberes y visitando al Santísimo Sacramento en la iglesia. Sobre todo seamos devotos de María Santísima, roguémosla a menudo y de corazón y Ella nos protegerá. Cúmplanse estas prácticas con amor y alegría. Hilarem datorem diligit Deus. El Señor quiere que lo que se hace por El, se haga con alegría. Haciéndolo así, formaremos entre todos un solo corazón para amar al Señor. Me preguntaréis: ->>Haciéndolo así, no nos tocará la muerte? ((**It12.611**)) Moriremos igualmente; pero nuestra muerte será la del justo, que teme la muerte por ser la entrada a un paso fatal, del que depende toda la eternidad, momentum a quo pendet aeternitas; teme porque va a lugares desconocidos, porque debe presentarse a un Dios tan grande; teme por la justicia de Dios, que encuentra manchas en los ángeles; pero espera en su misericordia, espera que, si ha cometido alguna culpa, le será perdonada. Así, huyendo del pecado, cumpliendo con diligencia, es decir, con amor cada uno de nuestros deberes, temporales y espirituales, cuando llegue el momento en que (**Es12.514**))
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