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((**Es12.441**) quedará en Montevideo, capital de Uruguay. En aquella ciudad no hay Seminario, ni Obispo ordinario, ni clero. Se abrirá en Villa Colón un colegio que Vuestra Santidad se dignará aceptar se llame Colegio Pío. -Sí, respondió con alegría, conforme. Estuve en esta ciudad: he visto aquellos lugares. Hay allí muchos italianos, cuyos hijos necesitan educación cristiana y sana instrucción. íMucha mies, mucha mies! -Estos últimos son los destinados a Albano. -También encontraréis mies abundante en Albano; pero la población es buena y religiosa, podréis ejercer vuestro celo y vuestra caridad con provecho, íque Dios os acompañe! Terminó la vuelta, durante la cual dijo a cada uno unas palabras en el momento de dar a besar la mano, volvió junto a los Cardenales y, agitando con aire juvenil su bastoncito con la izquierda, dijo a los misioneros estas palabras: -Me llena de gozo esta nueva expedición de salesianos. Que Dios os bendiga y la Santísima Virgen os proteja. Con la santa ayuda de Dios haréis mucho bien. Se cuenta de san Francisco Solano que recorrió toda América a pie de un cabo a otro. Naturamente esto no pudo suceder. Imagino que los ángeles del Señor le llevarían por un camino tan largo y cansado. Yo no digo que vosotros tengáis que recorrer América de uno a otro cabo; lo que sí puedo aseguraros es que, con la ayuda de Dios, podréis hacer mucho bien. >>Y quién sabe cuán extensos serán los lugares y cuán abundante la mies, que Dios os está preparando? Esforzaos únicamente por corresponder a los bondadosos cuidados de la divina Providencia y no dudéis de que vuestros trabajos producirán muchos frutos. Pido a Dios que os conceda firmeza en vuestros buenos propósitos. Dios ((**It12.521**)) os bendiga a todos y vuestro Angel Custodio os acompañe por tierra, por mar, en el trabajo y siempre. Dios os bendiga a vosotros, a vuestra misión, a los que ya están en América; bendiga al Obispo de Buenos Aires, al Vicario Apostólico de Montevideo; bendiga a todos vuestros parientes, amigos y bienhechores. Bendigo además vuestras medallas, rosarios y crucifijos y ruego a Dios que os bendiga en la vida y que haga a todos un día felices en la eterna bienaventuranza. Después concedió la bendición apostólica con indulgencia plenaria para todos los parientes, afines y consanguíneos de los misioneros hasta el tercer grado incluido. Cuando el Papa acabo de hablar, parecía visiblemente conmovido; luego, abierto el rostro a su habitual hilaridad, acompañado por los personajes de su séquito, pasó a otra sala. Los misioneros estaban allí estáticos y arrobados al cielo, como los (**Es12.441**))
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