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((**Es12.427**) mil amores todo lo que podemos por su bien; que no queremos anular su Instituto, sino conservarlo, perfeccionarlo y ayudarlo a crecer. Cualquier cosa que el Padre Santo disponga con respecto a esto, estén convencidos de que no tenemos más intención, que la de secundar sus deseos. Nosotros no queremos introducir novedades, sino únicamente consolidar lo que ya está establecido. Después de lo cual el religioso se retiró. Abierta la sesión del Capítulo, don Bosco hizo una amplia exposición del asunto. Y, puesto que se escribieron sus palabras 1, nos ahorramos hacer con ellas nuestra narración y preferimos que los lectores oigan a don Bosco mismo. El habló de esta manera: -El gran mal de los Conceptinos está en que ((**It12.503**)) nunca tuvieron un noviciado regular. Tienen sus reglas y me parecen estupendas; pero no las cumplieron nunca. Ingresaron e ingresan personas, que, de mucho tiempo atrás, llevaban gangrena en la conciencia, y ellos, con tal de que presenten un certificado de buena conducta del párroco, los aceptan. Es imposible que una Congregación hecha así pueda prosperar. Nosotros podíamos prescindir de un noviciado regular, porque no recibíamos nunca a ningún extraño, sino siempre a jóvenes bien conocidos a lo largo de algunos años, y criados, puede decirse, bajo nuestros ojos; pero ahora también empiezan a venir a nuestra Congregación forasteros, y de ahí la necesidad también para nosotros de poner un noviciado regular, sin el cual no podríamos ir adelante. -Ahora lo que temen es que vayamos nosotros allá y los hagamos salesianos, destruyendo su Instituto; por eso piden que se respete su autonomía absoluta, con sus superiores independientes; en resumidas cuentas, querrían que nosotros no fuéramos más que superiores de nombre y casi diría sus capellanes. A ello los instigan los capuchinos, diciéndoles: -Ya no nos queréis a nosotros; pues bien, he ahí que irá don Bosco y vosotros, que no queréis ser franciscanos, os veréis obligados a haceros salesianos. El os hará andar derechos, pondrá nuevas reglas, etc. Y esto nos lo dice monseñor Fiorani y los mismos Conceptinos lo apuntan en la carta, que dirigen a este Hermano suyo, autorizándole para tratar conmigo. Yo contesté que se les deja su autonomía, y que nosotros únicamente tenemos autoridad absoluta en las cuestiones de dirección, administración y moral. ->>Pero qué nos deja?, me han preguntado. -El fin del Instituto, el hábito, el nombre, etc. -La cuestión, en sus verdaderos términos, consiste en esto. Los 1 Crónica de don Julio Barberis, 27 de noviembre de 1876. (**Es12.427**))
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