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((**Es12.399**) pero si están escondidos no, porque no nos damos cuenta del mal que hacen y de cómo se multiplica el veneno en sus corazones, y cuando se les descubre apenas si hay ya tiempo para remediar el mal que han ocasionado. Apréndete, pues, bien las cosas que has de tener alejadas de la Congregación; no olvides cuanto has oído, ordena que se expliquen estas ((**It12.469**)) cosas y que sean largamente comentadas. Si lo haces así, puedes estar tranquilo sobre el porvenir de tu Congregación, que las cosas prosperarán de día en día. Entonces le pedí a aquel personaje que para no olvidar nada de cuanto me había dicho, me dejase un poco de tiempo para poder escribir. -Si quieres escribirlo, me dijo, inténtalo; pero me temo que te falte el tiempo. Presta mucha atención. Mientras me decía estas cosas y yo me disponía a escribir, me pareció oír un rumor confuso, una agitación a mi alrededor. El suelo firme de aquel campo parecía moverse. Entonces dirigí la vista a mi alrededor para comprobar si había alguna novedad y vi que los jóvenes que habían partido poco antes, volvían de todas partes hacia mí llenos de espanto; e inmediatamente después percibí el mugido del toro y vi al mismo toro que los perseguía. Al aparecer el animal, fue tal mi terror que, al verlo, me desperté. Os he referido este sueño antes de separarnos, porque estoy bien persuadido de que sería una excelente conclusión de ejercicios el que nosotros permaneciéramos fieles a nuestro lema: Trabajo y templanza; y que procurásemos evitar a todo trance los cuatro clavos que causan las ruinas de las Congregaciones. El vicio de la gula, el buscar las propias comodidades, entregarse a las murmuraciones y al ocio, a lo que habría que añadir que cada uno se muestre siempre abierto, claro, sincero con los propios superiores. De esta manera proporcionaremos un gran bien a nuestras almas y, al mismo tiempo, podremos salvar aquellas otras que la divina Providencia confíe a nuestros cuidados. Don Bosco había anunciado y prometido en el curso de la narración, que explicaría mejor el último punto referente a la templanza, contando una especie de apéndice o complemento del sueño; pero después, al pasar a la segunda parte de su relato, se olvidó de hacerlo. Al despertarse, como dijo, impresionado por la súbita y nueva aparición de la fiera, sintió deseos de conocer alguna cosa más y logró su deseo apenas se quedó otra vez dormido. Lo que vio entonces lo contó más tarde en Chieri. Don Joaquín Berto, que estaba presente, lo escribió y se lo mandó a Lemoyne, el cual lo copió para completar lo que ya tenía escrito. Estaba deseoso de conocer los efectos de la templanza y de la intemperancia y con este pensamiento me fui a dormir; pero he aquí que, apenas me quedé dormido, apareció de nuevo nuestro personaje invitándome a seguirlo y a ver los efectos de la templanza. Me condujo, pues, ((**It12.470**)) a un amenísimo jardín, lleno de delicias y de flores de todo género y especie. En él observé una gran cantidad de rosas, las más (**Es12.399**))
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