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((**Es12.325**) días de su llegada, escribe: <>. Don Miguel Rúa se cuidaba amorosamente de los clérigos estudiantes de teología, a los que daba semanalmente una lección sobre el Nuevo Testamento, y vigilaba con asiduidad su formación intelectual y religiosa. Atendía en sus primeros pasos a los maestros noveles. Llamaba la atención de los sacerdotes sobre la exacta observancia de las rúbricas. Daba personalmente ejemplo de sumo respeto por la pobreza religiosa, usando con parsimonia nunca vista todas las cosas, aun las más menudas y de escasísimo valor, como el papel, las plumillas para escribir; pero esto lo hacía con decoro y sin dejar la impresión de sórdida cicatería en quien lo observaba. Tuvo don José Vespignani dos amables leccioncitas, por las que se puede comprender cuáles eran los sentimientos de don Miguel Rúa para con nuestro Beato Padre. Un sacerdote pedía ((**It12.380**)) ser aceptado en la Congregación. Don Bosco le contestó y entregó la carta a don José Vespignani, paisano del peticionario, para que se la enviara dentro de otra suya. Volvió Vespignani a don Miguel Rúa y le manifestó que aquel ejemplar sacerdote se hallaba en avanzado estado de tuberculosis y, como temía que don Bosco lo quería aceptar, le proponía detener la carta y explicar al Beato el peligro de recibir a un enfermo en aquellas condiciones. Don Miguel Rúa se puso serio y, mirándole con aire de estupor, le contestó: ->>Y tú te atreverías a interceptar una carta de don Bosco? >>Te arriesgarías a oponerte a los designios que el Señor y María Auxiliadora podrían tener sobre ese sacerdote, que tú crees incapaz y desahuciado por los médicos? >>No sabes que don Bosco va muy de acuerdo con la Virgen? Ante tan apremiantes preguntas no cabía más que disculparse y echar la carta al buzón; y así lo hizo don José Vespignani. Una mañana acercósele don Miguel Rúa despacito, según su costumbre, con un pliego en la mano y le dijo en tono misterioso: -Tengo que encargarte de un precioso trabajo; pero, ponte antes en gracia de Dios con un buen acto de contrición, porque la letra de don Bosco es difícil de descifrar. Se trata del reglamento de las casas, repasado, corregido y casi rehecho por él; hay que enviarlo a la imprenta; cópialo, pues, con todo esmero. Cuando terminó la transcripción pidió el secretario a don Miguel Rúa poderse quedar en recompensa con una página del original para (**Es12.325**))
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