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((**Es12.294**) que después encuentro que son muy cabales. Tenemos también algún sacerdote que, al dar la comunión, ve quién no está bien dispuesto, y no se equivoca. Este hecho ha sucedido varias veces. Una conversación igual a ésta sostuvo el Beato con don José Vespignani en el año 1877, recordando a muchachos del pasado y del presente, émulos de Domingo Savio. El mismo padre Vespignani refiere un hecho, cuya narración encaja muy bien en este punto. El año 1877, visitó el Oratorio monseñor Pedro Lacerda, Obispo de Río de Janeiro. Era un prelado de eximia piedad, que iba a consultar a don Bosco para verse libre de ciertas ansiedades de conciencia. No contento con ello, quiso que don Bosco llamase a cinco de los muchachos mejores, imitadores de Domingo Savio, porque deseaba hacerles algunas preguntas. ((**It12.342**)) El Beato satisfizo su deseo. Comparecieron, pues, cinco muchachos de aire sereno, llenos de reverencia ante el Obispo y de confianza con don Bosco. Díjoles éste: -Este excelentísimo señor Obispo americano quiere que le digáis qué pensáis sobre ciertas cosas que él os expondrá; habladle con la misma libertad que lo haríais conmigo. Después se retiró, dejando allí a uno sólo y llevándose a los otros cuatro a la antesala. El Prelado hizo a cada uno de ellos la misma exposición, a saber: que pesaba sobre su conciencia la responsabilidad de la salvación de tantísimas almas a él confiadas, pero que él no podía hacer nada para su salvación, dadas las artimañas del demonio y de sus satélites, y la falta de buenos sacerdotes. Que le espantaba el pensamiento de tantas almas como iban cada día al infierno. >>No tendría que responder él ante Dios? >>Y se salvaría él mismo? Fácil es imaginar la impresión de aquellos muchachos al oír cosas semejantes. Apremiados a expresar su parecer, ellos le decían ingenuamente que, si había venido desde tan lejos para buscar sacerdotes de don Bosco, esto era una señal que se preocupaba mucho por aquellas almas. Por último, el Obispo recomendaba a cada uno que pidiese a María Auxiliadora y a Domingo Savio para que don Bosco le diera misioneros... ->>Y tú, añadía, vendrías de buena gana a ayudarme? La contestación no se hacía esperar: que hablarían con don Bosco para que los preparase. -Todos me absolvieron de toda culpa, decía el buen Prelado unos años después a don José Vespignani en Río de Janeiro; y me prometieron rezar, para que don Bosco enviara pronto a sus misioneros al Brasil 1. 1 JOSE VESPIGNANI, Un año en la escuela del Beato don Bosco, pág. 29-30, S. Benigno Canavese, Tip. Sal. 1930. (**Es12.294**))
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