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((**Es12.29**) quiero igual al más distinguido entre vosotros que al más humilde aprendiz. Todos son hijos míos y para salvarlos daría mi misma vida; porque ellos son y deben ser todos, al decir de san Pablo, gaudium meum et corona mea (mi alegría y mi corona). 7.° Otro medio para luchar contra este enemigo de la castidad, este demonio..., siento decirlo, pero, estando como estamos nosotros solos aquí, quiero daros un aviso que os será muy útil. Cuando se va a los retretes, hay que procurar alejarse enseguida después de usarlos, pues es allí donde el demonio comienza a asaltar, allí en el lugar más asqueroso. Si uno se retira enseguida, gana mucho, porque se aparta de la ocasión de faltar a tan preciosa virtud; de lo contrario, el demonio trabaja, trabaja terriblemente contra quien se encuentra tan solo, empieza también la fantasía a trabajar y a veces puede traer funestísimas consecuencias. Si antes se venció la intemperancia para guardar la bella virtud, o mejor, opusimos el ieiunium a la tentación, en este caso se debe ejercitar la oratio. 8.° Por la noche tomad esta buena costumbre. Cuando estáis para meteros bajo las sábanas, rezad despacito una oración y veréis cómo el demonio ya no os tentará. -Pero, dirá alguno, yo me duermo enseguida, tan pronto como estoy ((**It12.23**)) en la cama. -íDichoso tú! -le respondo yo-. Esto es lo que yo quiero. Otro me dirá: -Yo, en cambio, a veces paso horas sin poder dormirme. A éste le contestaré: -Reza, reza siempre. -No tengo ganas. -Reza, esfuérzate, reza porque el Señor, al ver tanta humildad y confianza, te dará fuerza suficiente para resistir esas graves tentaciones y hará que salgas vencedor. Hace tiempo vino a verme el profesor Garelli, hoy Delegado Provincial de Enseñanza; y me decía a este propósito: ->>Sabe usted cómo me las compongo, para que esa fea bestia del demonio nocturno, no me ataque? -No, repuse; >>cómo lo consigue? -De una manera muy sencilla. Apenas me meto en la cama, empiezo a contar de uno a mil. He de confesar que la cifra máxima a que llego es cincuenta; más aún, no recuerdo haber llegado nunca a ella. Me duermo enseguida y, a la mañana siguiente, me despierto con la imaginación y la mente tranquilas. Otros tienen la buena costumbre de repasar mentalmente antes de dormirse un canto de Dante, un trozo de Virgilio, la última lección explicada, o la del día siguiente estudiada aquella misma tarde. Yo apruebo esta costumbre, y alabo al que la tiene, porque así la imaginación se cansa, y la mente, cansada y vencida por el sueño, encuentra pronto su descanso. Tendría muchas otras cosas que deciros sobre este tema, mas por ahora basta. Son avisos que os da familiarmente un padre que os quiere, y no como desde lo alto de una cátedra y ni siquiera como una conferencia. Desearía que lo que os digo no lo divulgarais entre los muchachos, sino que quedara entre vosotros, como máximas exclusivamente vuestras, y las llevarais grabadas en el corazón. Tampoco quisiera que se contase por todas partes que don Bosco dijo esto o aquello. Aunque me importaría poco que esto se supiese. Como veis, no son cosas de mucho valor, pero, aunque pequeñas, tienen gran importancia, y, practicadas, resultan muy útiles.(**Es12.29**))
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