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((**Es12.26**) algún buen bocado donde hincar el diente y tragárselo. Y no solamente está el demonio meridiano, que asalta a los que quieren dormir la siesta, sino también el demonio matutino del que habla el libro de Tobías. Este demonio aparta al alma de la oración. Cuando dos oran juntos, está con ellos el Señor, y el Cordero sin mancha recoge sus devotas oraciones y las presenta al eterno Padre, obteniendo gracias, consuelos y premios grandísimos. Por el contrario ((**It12.19**)) los que dan albergue a este demonio, se quedan por pereza en la cama, no participan, por consiguiente, en las prácticas de piedad, que hacen los demás, y sufren la gravísima pérdida de las gracias de Dios no recibidas. Dan además al cuerpo una alimentación perjudicial, que los hace más perezosos y, quejándose casi siempre de carecer del descanso necesario, dan al demonio ocasión para tentarlos; por más que él no necesite que le proporcionen ocasiones, pues desgraciadamente sabe buscárselas aun sin sugestiones. >>Y un perezoso podrá resistir estas tentaciones? >>Podrá mantenerse firme en la castidad? íAy! Os aseguro que es muy difícil; o, por lo menos, si resiste, os digo que se requiere un milagro de la gracia de Dios, que impida la caída en el pecado. >>Pero, hace siempre el Señor estos milagros? íNo, creedlo, no siempre los hace! Los hace cuando hay necesidad de ello, cuando uno no busca la ocasión, cuando ve que, sin un milagro, aquella alma no podrá salvarse de las garras del demonio. Alguno me dirá: -Yo siempre he vivido así y nunca he caído. Y yo le contesto: ->>Nunca has caído en pensamientos, deseos, acciones impuras? Si me contesta negativamente, le diré con claridad: -Si me dices la verdad, el Señor ha obrado un gran milagro de gracia para mantenerte en pie. No tengo tiempo para contaros ejemplos, aunque conozco una enorme cantidad de ellos; pero os referiré uno que, ayer por la tarde, me comunicó por carta uno que fue clérigo y que, por este motivo, salió del Oratorio. Quería traerla aquí y leérosla; pero la he dejado sobre la mesa. Con todo os diré su contenido. Escribe así: <>No quise dar crédito a sus palabras, no quise seguir su consejo y decía para mis adentros: >>-íBah! Don Bosco recurre a estas mañas sólo para que nos levantemos puntuales. >>Y por eso seguía siempre con mi acostumbrada vida perezosa. Pero, mientras tanto, en aquellos pocos minutos comenzó el demonio a levantarse él en mi lugar y, dando vueltas a mi alrededor, me presentaba una imaginación que no era mala, pero sí indecorosa; luego me metía en la cabeza un ligero pensamiento deshonesto, después este pensamiento se hacía más grande e impetuoso; surgía a continuación la complacencia, más tarde el consentimiento, y por fin la acción. Cuando salí del Oratorio anduve rodando de un seminario a otro, siempre atormentado por los mismos pensamientos, por el mismo demonio matutino, hasta que resolví poner en práctica su consejo. Comencé entonces a vivir más tranquilo. Cuando empecé a levantarme, ((**It12.20**)) luché bastante, pero al fin vencí, y el demonio quedó derrotado. >>Ahora he perdido mi vocación y Dios sabe cómo me las arreglaré en este mundo.(**Es12.26**))
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