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((**Es12.248**) religiosa, iban por la calle y aparecían en el locutorio con las manos escondidas entre las mangas y se acercaban a la sagrada mesa con las mangas hasta los dedos. Diecisiete postulantas recibieron el hábito después de los ejercicios de las señoras. Don Miguel Rúa representó a don Bosco, que no podía ausentarse de Turín. Pero no sólo asistió a aquella breve ceremonia. Atendió las confesiones; después recordó el pensamiento de don Bosco sobre diversos puntos de la vida interior y exterior y sobre la aceptación de la obra propuesta por el Obispo de Biella; dio su parecer acerca de la conveniencia de ciertos traslados; se informó de la marcha moral de la comunidad y examinó de manera particular el estado económico de la misma. Para ello inspeccionó los libros de contabilidad, el funcionamiento de la cocina y del lavadero, el cultivo de la viña, la marcha de las clases y del taller de costura; allanó las grandes dificultades y animó a sufrir de buen grado los efectos de la grandísima pobreza. Aquella penuria doméstica debió impresionarle mucho, puesto que un día, al ver que le presentaban un flan, se abstuvo de él con gracia; y, es más, casi se afligía ante cualquier manjar un poco delicado que le ofrecieran aquellas buenas hermanas. Antes de marchar, visitó a una pobre hermana atacada violentamente por fiebres tifoideas, le proporcionó el ansiado consuelo de la profesión perpetua y le administró la unción de los enfermos. Salió con los predicadores, que fueron el ya mencionado monseñor Scotton y el teólogo Ascanio Savio, hermano del salesiano don Angel, y ambos primos de Domingo. El año 1876 salieron de la colmena de Mornese veintinueve monjitas, entre hermanas, novicias y postulantas, para enjambrar en seis lugares y comenzar otras tantas nuevas familias. El santo y seña de la Madre para todas era: observar la Regla, conservar el espíritu y ganarse el afecto de las muchachas, para llevarlas a Dios. Salieron primeramente tres para Vallecrosia el 9 de febrero. ((**It12.288**)) Parecióles a ellas y a sus hermanas que iban al fin del mundo; pero más que la lejanía se comentaba acaloradamente en casa la idea de que iban a colocarse frente a los protestantes. Todavía se impresionó más la comunidad cuando el director, don Santiago Costamagna, dispuso que, para implorar sobre las <> gracias especiales del Señor, se celebrara un triduo de adoración eucarística, a manera de cuarenta horas, cosa absolutamente nueva en el Instituto. La Madre General y la Madre Vicaria quisieron acompañarlas por el camino cubierto de nieve hasta Gavi: allí, en el santuario de la Santísima Virgen, elevaron juntas una oración y, con lágrimas, se dieron el último adiós. Don Santiago Costamagna guió el grupito hasta Sampierdarena (**Es12.248**))
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