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((**Es12.211**) indicaba al instante los conceptos, la manera de desarrollarlos y hasta la expresiones. Apagados los ecos de las fiestas, volvió el orden y tornó la regularidad al Oratorio. Don Miguel Rúa, según su costumbre, reunió a todos los que habían estado al frente de algo, para que cada uno expusiese los inconvenientes que había encontrado y sugiriera los remedios para el porvenir. Se compiló como de costumbre una breve memoria, para ser leída en mayo de 1877. Bastaría este detalle para tapar la boca a quien, mirando las cosas desde fuera y viendo métodos tan diversos de los acostumbrados, murmuraba de desorden. Movimiento, incluso agitación, pero siempre bajo la mirada observadora de los Superiores inteligentes, celosos y amados, que dominaban aquel aparente barullo, regulando alegrías y previniendo jolgorios. De las observaciones consignadas en la memoria, entresacamos solamente estas dos: <<3.° Conviene estudiar la manera de asistir a los muchachos en la iglesia, clase por clase, y que, al señalarles el puesto en la víspera, esté presente algún superior. <<4.° Don Bosco manifestó el deseo de ((**It12.242**)) que se dejase ir a los forasteros a la sacristía, al coro, de modo que todo estuviese lleno de gente>>. Una cosa más. Desde Borgo San Martino, pueblo de las fresas, don Juan Bonetti había enviado a don Bosco para la fiesta de María Auxiliadora un regalo de este dulce y oloroso fruto de la estación; este envío se convirtió en tradicional y siguen haciéndolo todavía los directores de aquel colegio. El Beato se lo agradeció con una carta, en la que, aprovechando la ocasión, enviaba una buena palabra para todos y daba por último una importante noticia de la agradable fiesta. Queridísimo Bonetti: Muy bien por tu carta. Las fresas resultaron más sabrosas por su pequeña cantidad; y fue muy grande su significado. Ya veremos. Me ha escrito el clérigo Anzini 1; dile que puede hacer como escribió y que yo estoy de acuerdo, porque pronto llegará a hacer milagros. Salúdale de mi parte. Para junio espero darme un paseo para entretenerme unos días con mis queridos hijos de San Martino, de quienes tanto he hablado al Padre Santo y con quienes espero consolarme, pues estoy convencido por lo que me dices, de que encontraré a la mitad santos y a la otra mitad en camino de serlo. Porque te digo que la más consoladora noticia que me das es la de que nuestros muchachos son estudiosos y virtuosos. 1 Véase Volumen XI, pag. 297. (**Es12.211**))
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