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((**Es12.209**) Pero no fue una victoria repentina; más aún, después de las dos primeras ((**It12.239**)) semanas de entusiasmo y buena voluntad, recayó en su indiferencia; olvidando el motivo que le había llevado al Oratorio y conformándose únicamente con aprender otra lengua, se engolfó en el estudio del italiano, sin cuidarse ya de cosas de religión. Pero don Bosco, que lo había estudiado de cerca, abrigaba buenas esperanzas, evitando sin embargo precipitar el asunto. El 28 de marzo, hablando de él con don José Bologna, prefecto externo, le dijo: -Yo le he hablado claro y le he dicho que aquí nadie le obligaba a cambiar de religión y que seguiríamos tratándole con toda caridad, cualquiera que fuese su decisión; que, si se hacía católico, le consideraríamos como hermano y nada le faltaría mientras estuviese con nosotros; pero que, lo mismo que ya había dicho a otros se lo repetía a él, que si salía del Oratorio yo no me obligaba a nada, en absoluto. Y dije eso para que no se quejase después, diciendo que los católicos lo habían abandonado: en tal caso él mismo haría su elección y volvería a las condiciones de antes. El joven escuchó mis razones y me contestó en tales términos que me dejaron completamente satisfecho. Ahora tú, Bologna, síguele los pasos para que aprenda bien el catecismo y asista asiduamente a las oraciones que se rezan en común, y dale las explicaciones que te pida. Los hechos dieron la razón a don Bosco: la gracia de Dios sacudió al joven de su letargo y se rindió. Sucedió una mañana de la novena. Estaba él solo en una aula, tocando el violín, cuando sus ojos se detuvieron en la estatuita de María Auxiliadora, colocada en un altarcito. La había visto otras veces, pero sin poner atención en ella; en cambio en aquel momento se agolparon a su mente unos pensamientos nuevos. Duda y certeza, fe e incredulidad se alternaban apremiando una tras otra su espíritu agitado, hasta que se hizo esta pregunta: ->>Pero por qué tanto amor, tanta devoción, tantas oraciones, tantos sermones, tantos libros, tantas promesas por María Santísima? Durante algunos días rezó y meditó; cada vez le parecía más atrayente la piedad hacia la Virgen, por la que se sentía ((**It12.240**)) invitado y casi empujado a hacerse católico y devoto suyo. Por fin, fue a hablar con don Bosco, le descubrió su estado de ánimo y le manifestó su intención de ser bautizado cuando él quisiera. El consentimiento no se hizo esperar. Entonces se preparó con toda seriedad hasta que llegó el día suspirado. Monseñor Gastaldi concedió a propósito a don Bosco las necesarias facultades con un rescripto 1. 1 Véase Apéndice, doc. 15. (**Es12.209**))
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