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((**Es12.129**) El día 26 se presentó en el local donde rezaban las oraciones los estudiantes y la mayor parte de los hermanos, y fue recibido con gritos de júbilo. Un joven se acercó a la tribuna y le entregó dos moneditas, que había encontrado en el patio. Una vez hecho el silencio, anunció con humorística seriedad: -íSon diez céntimos! Servirán para pagar las deudas del Oratorio. Estalló una carcajada general. Después prosiguió: Y ahora pensemos un ratito en nuestras cosas. Ante todo, mañana, después del mediodía, daremos un largo y agradable paseo (gritos generales de alegría). Es justo; el sábado por la mañana se terminaron los exámenes semestrales y, como llovía, no se pudo ir de paseo por la tarde. Y, no os extrañéis, porque voy a deciros más. He planeado un paseo mucho más importante. Deseo que un día salgamos todos juntos del Oratorio, todos, sin exceptuar a ninguno; desde el más alto al más bajo, desde don Bosco hasta el portero y el que prepara los macarrones (risas), todos con la banda de música y cuanto pueda ayudarnos a pasar alegremente la jornada; tomaremos un tren especial, saldremos por la mañana, al rayar el alba, e iremos a Lanzo (de nuevo aplausos y gritos prolongados). íDejadme terminar! ((**It12.143**)) Todavía no os he dicho lo más importante. Iremos a visitar el colegio de Lanzo y pasaremos allí todo el día. El director, don Juan Bautista Lemoyne, me promete que hará lo posible para que lo pasemos bien y que el ruido de los platos y los vasos forme una alegre armonía. Al atardecer volveremos a Turín et unusquisque redibit in locum suum (y cada uno volverá a su lugar). Este paseo lo daremos apenas esté terminado el ferrocarril (murmullo), en el que están trabajando a toda prisa con la esperanza de que todo esté a punto para mediados de junio. Este día de asueto, queridísimos jóvenes, servirá para aliviar y reparar el cuerpo de los trabajos del año, pero es menester que no sea éste el único fin del paseo; íde ningún modo! Todo lo que alegra y alivia el cuerpo debe tener por fin someterlo más fácilmente al espíritu para que pueda servir mejor a la gloria de Dios y para que nunca suceda que el cuerpo tome la delantera al alma. No permitáis nunca, mis queridos amigos, que el cuerpo mande; mortificadlo durante esta mitad de la cuaresma, que aún nos queda. San Pablo nos dice lo que él hacía para lograr que el cuerpo fuera esclavo del espíritu: Castigo corpus meum et in servitutem redigo, ut spiritui inserviat (castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, para que sirva al espíritu). Al deciros esto, no es mi intención que hagáis rigurosas penitencias, largos ayunos o que os diciplinéis como hicieron muchos santos. íAh no, de ningún modo! Vuestro cuerpo es todavía tierno y podría sufrir con ello. Pero, >>queréis que os sugiera también a vosotros una manera de hacer algo de penitencia adaptada a vuestra edad y a vuestra condición? Os lo diré. Consiste en un ayuno, que está al alcance de todos, esto es, guardad vuestro cuerpo y vuestros sentidos. Haced ayunar a vuestros ojos. Se dice que los ojos son ventanas por donde entra el demonio en el alma. >>Y qué haremos nosotros para impedir que entre? Cerrad estas ventanas, cuando hay que cerrarlas. No permitáis jamás que los ojos se paren de ningún modo a mirar cosas, pinturas o fotografías contrarias a la virtud de la modestia. Apartad enseguida la vista cuando se encuentra con objetos (**Es12.129**))
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