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((**Es12.116**) Lejos de sus hijos y cargado de preocupaciones, el Beato guardaba una calma y serenidad tan perfectas, que no perdía de vista las necesidades individuales de sus hijos, doquiera se encontrasen. He aquí una bonita prueba en esta carta fechada en Ventimiglia. ((**It12.127**)) Queridísimo Bonetti: Di a Villanis que se prepare y, si el Obispo de Casale no tiene ordenaciones para el día de sitientes, ruéguesele que haga una simple aclaración de ello y entonces se acudirá a Vigévano o a Alessandria con las dimisorias oportunas. En cuanto a Rocca escribiré a Roma y te comunicaré la respuesta para tu norma. Con respecto al traslado de los alumnos, haz como mejor te parezca. Haz también lo que creas más oportuno con Giolitto y , si le pueden probar los aires de la Riviera o de Lanzo, fiat. Pero espero que no haya llegado todavía su hora. Vale para ti y para los tuyos. Amén. Ventimiglia, 3 de marzo de 1876. Afmo. JUAN BOSCO, Pbro. Desde Ventimiglia fue don Bosco a Vallecrosia, donde comprobó por sí mismo no sólo la necesidad, sino la urgencia de poner mano a la construcción de la casa y de la iglesia. Las peticiones de escolaridad aumentaban de día en día. Las pobres Hermanas, para contentar a todos, se sometían a la ímproba labor de dar clase por separado, al atardecer, a las mayores que querían adelantar mas en la escritura y en las labores. Las niñas se escapaban de las escuelas de los protestantes. Los Salesianos también veían crecer continuamente el número de alumnos, porque los muchachos iban de buena gana a sus clases; por consiguiente, pedían refuerzos de personal. El director, don Cibrario, gozaba del mas respetuoso aprecio. Hasta el Obispo le tenía en gran concepto y lo señalaba a la gente diciendo sin rodeos: -Ahí tenéis al cura santo. Tres personas tenían que trabajar por ocho. El Beato hacía siempre lo mismo; cuando no tenía bastante personal enviaba a las nuevas fundaciones el suficiente para empezar. Dios bendecía los esfuerzos de aquellos pocos, hasta que don Bosco poco a poco enviaba todo el personal necesario. Pero, mientras tanto, los primeros tenían que echar los bofes un buen rato, siempre a la espera de unos refuerzos que tardaban en llegar; de este modo escarmentaban en cabeza propia y se hacían hombres. (**Es12.116**))
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