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((**Es11.497**) Los nuevos misioneros, de vuelta de Roma, donde el 1.° de noviembre fueron paternalmente recibidos y bendecidos por el Sumo Pontífice Pío IX, tuvieron el día 11 por la mañana la satisfacción de presentarse a su Excelencia Reverendísima monseñor Lorenzo Gastaldi, Arzobispo de Turín, el cual, con toda la efusión de su corazón paternal, les dio, en su Oratorio privado, la bendición pastoral y con ella un precioso recuerdo para llevarlo consigo a su lejana misión. Al atardecer del mismo día estaba la iglesia más atestada de público que de costumbre. Los misioneros, vestidos en traje de viaje, se colocaron en un lugar distinguido del presbiterio, en compañía del comendador Juan Bautista Gazzolo, principal organizador de esta expedición, revestido de sus insignias de Cónsul de Argentina. Comenzó la función con unas palabras breves y oportunísimas de su superior y padre don Juan Bosco, el cual, con su elocuencia fácil y afectuosa, dio el adiós de despedida a sus hijos. Hizo alusión al origen del apostolado cristiano y al fin principal de su misión: las necesidades de nuestros hermanos de lejanas tierras. Manifestó sus esperanzas de que a esta primera expedición seguirían otras y que la acción apostólica de los Salesianos se extendería, con el tiempo, desde La Plata a las regiones vecinas y más especialmente a la Patagonia, donde existen zonas a las que aún no ha llegado la religión y, por tanto, tampoco la civilización. Terminó encomendado a sus oraciones a los salesianos que quedaban aquí, y a las de éstos a los misioneros, para que se encuentren ayudados en sus fatigas apostólicas y continúe en unidad de espíritu el progreso de la Familia Salesiana. Diose después la bendición con Su Divina Majestad. Y a continuación se entonó el Veni Creator. Subió luego al altar el muy Rvdo. Superior don Bosco y dijo las hermosas oraciones que la ((**It11.591**)) Iglesia pone en boca de sus hijos cuando se disponen a emprender un viaje, y que se llaman Itinerarium clericorum, y las cerró con su bendición personal a los nuevos misioneros. Entonces tuvo lugar el momento más conmovedor de la función, que suscitó por todo el templo llantos y gemidos que vencieron la entereza de los jóvenes apóstoles; porque no es virtud el no sentir la piedad, ya que la religión cristiana no atrofia los afectos, sino que da coraje para superarlos porque no nos detienen para cumplir la voluntad de Dios. El misionero que parte lleva consigo el amor a la patria y a la familia, pero ennoblecido y perfeccionado; y ha de tener un corazón sensibilísimo para renunciar a sus propias comodidades, a sus aficiones más geniales, a la misma vida con el fin de llevar a los hermanos de aquellos remotos países el tesoro incomparable de la Fe. Una coral de muchachos cantaba desde el coro el Sit nomen Domini benedietum ex hoc nunc et usque in saeculum, mientras que en el presbiterio se procedía al abrazo y el beso de los hermanos viajeros. Fue un momento de emoción indescriptible, que creció aún más cuando los diez misioneros, saliendo de la balaustrada, tuvieron que trabajar no poco para desasirse de la gente que se precipitaba sobre ellos para abrazarlos y besarlos, con tanto cariño que nos recordaba aquello de san Pablo: Magnus fletus factus est omnium et procumbentes super collum Pauli osculabantur eum. Fuera de la iglesia esperaban los coches que condujeron a los misioneros hasta la estación del ferrocarril, desde donde salieron aquella misma tarde hacia Génova. Ayer se embarcaron con el nombrado comendador Juan Bautista Gazzolo y un grupo de religiosas de Nuestra Señora de la Misericordia de Savona, hacia la República Argentina. íQue tengan buen viaje y vean coronado con el éxito su heroico sacrificio! (**Es11.497**))
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