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((**Es11.48**) Me escribes que no se me permitirá imprimir y difundir el Proyecto o Programa, ni implorar la beneficencia. Hasta ahora no se ha hecho esto en nuestro país. Siempre he estado convencido de que estos documentos se podían imprimir con la sola revisión eclesiástica y que tales cuestaciones se podían efectuar, ya que no pertenecen de ningún modo a los temas de la jurisdicción eclesiástica. Así lo he hecho desde hace treinta y cinco años hasta ahora. Con todo, no publicaré nada en la diócesis y, si llega el caso, pediré el permiso impuesto y, si me fuere negado, iré a limosnear a otra parte. Me disgusta mucho que, entre todas las cosas que se están diciendo de mí, no se haga ni mención de los esfuerzos realizados en el pasado y en el presente para preparar jóvenes para el seminario de Turín 1; ((**It11.48**)) de lo mucho que hacen los salesianos en la predicación, en la catequesis y en cuanto pueden, sin que el Ordinario haya debido soportar ningún gravamen. Y ahora que, como retribución, se esperaría una especial benevolencia y apoyo, se encuentra con un serio obstáculo. Obstáculo que, ni siquiera uno de los muchos obispos que han conocido el proyecto, ha tenido la ocurrencia de plantearse. Ten paciencia, lee como puedas esta carta y ten por seguro que yo no tengo más finalidad que la de hacer un poco de bien con esta Obra, de la que nuestro señor Arzobispo dijo y escribió muchas veces: que lleva consigo el dedo de Dios, y es una de esas obras que todo el que pueda debe ayudar. Tenme siempre, con toda estima, por tu Turín. 14-8-75. Afmo. y s.s. JUAN BOSCO, Pbro. En la misma calma y resignación se inspira una memoria dirigida el 24 de agosto a monseñor Vitelleschi. El Secretario de la Congregación de Obispos y Regulares le notificaba que había comunicado al Padre Santo las reclamaciones del Arzobispo de Turín y del Obispo 1 En el año 1875 el Rvdo. Soldati, canónigo honorario y prodirector del Seminario, daba una conferencia un domingo por la mañana a todos los seminaristas. Explicaba un capítulo de la Imitación de Cristo, y aprovechó la ocasión para hablar del respeto debido al señor Arzobispo y de la educación que se daba en ciertos institutos, en los que se disuadía a los alumnos de la obediencia al superior eclesiástico y de incardinarse a la diócesis, con escándalo y perjuicio del clero. No nombró a don Bosco, pero el auditorio entendió muy bien a dónde iba a parar, por lo que recibieron muy desagradable impresión. En efecto, durante el recreo del mediodía en el salón de los mayores, recayó la conversación sobre el asunto, y el asistente Rvdo. Berrone, que se había educado en el Oratorio, invitó a los seminaristas a dividirse en dos grupos: los que habían sido alumnos de don Bosco a su alrededor y los demás aparte. De los treinta y ocho allí presentes, treinta y cinco rodearon al asistente. Pidióles que permanecieran así un momento, fue a llamar al Superior, diciéndole que urgía su presencia en el salón de los mayores. Y allí le hizo ver de manera fehaciente cuántos había dado don Bosco a la Diócesis. El canónigo pareció que se quedaba confuso, y les aseguró que no había tenido intención de ofenderles. Dijo unas palabras más de disculpa y se retiró. Fue testigo del hecho don Augusto Amossi, que se hizo después salesiano, y murió en el Oratorio en 1926.(**Es11.48**))
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