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((**Es11.425**) -Baje, baje; vuelva a probar con el padre Anglesio; y deje acabada la cuestión. El señor Cerrato obedeció, bajó del vagón y, apenas puso el pie en tierra, el tren inició la marcha. Aún no había salido de la estación cuando se topó con un señor que iba en su busca para entregarle, de parte del padre Anglesio, una cartita en la que le decía: <>. Fue al Cottolengo aquella misma noche, aunque ya eran las nueve; y, en un abrir y cerrar de ojos, todo quedó arreglado. Cualquiera que hubiera estado en su lugar, hubiera atribuido la palabra de don Bosco a una inspiración superior; y él más que nadie. Don Valentín Cassinis formaba parte de la expedición. El día de la partida se sentía profundamente afligido y estaba solo en un rincón. Pasó el Beato por allí y le preguntó qué le pasaba. -Estoy triste, le dijo, porque tengo que alejarme de don Bosco y no volveré a verle. Don Bosco lo consoló diciéndole: -Querido Cassinis, vete tranquilo, porque nos volveremos a ver. Te lo aseguro. -Usted me lo dice para darme ánimos. Pero usted no vendrá a América y yo quizás no volveré más a Italia. -Tenlo por seguro; nos volveremos a ver antes de morir. íTe lo asegura don Bosco, te lo asegura don Bosco! Don Miguel Rúa estaba presente al coloquio. ((**It11.503**)) Don Valentín Cassinis partió con aquella seguridad. Estuvo allí doce años, hasta que monseñor Cagliero lo trajo como compañero de viaje a Italia, en septiembre de 1887, sin que él hubiese manifestado deseo alguno; más aún, lleno de extrañeza por aquella disposición. Y ya en Turín, pasadas las primeras emociones, el día siguiente a la fiesta de la Inmaculada Concepción se adelantó el Beato a decirle a Cassinis, que ya no se acordaba: ->>No te dije que nos volveríamos a ver antes de morir? Acordóse de ello Cassinis, besó su mano y, emocionado, rompió a llorar. Su espíritu profético revelóse todavía en una circunstancia singular. Constancia Cardetti, muchacha de quince años, tenía en su propia casa una persona que continuamente atentaba contra su virtud: era su padrastro. Con la ayuda de Dios siempre pudo rechazar los asaltos; pero no podía alejarse del lugar del peligro. Manifestó su situación al (**Es11.425**))
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