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((**Es11.419**) esperó, pues, en vano, todo aquel tiempo para que se le entregara y se presentó al Gobernador de la Provincia, pidiéndole que lo publicara. El Gobernador respondió que aún no había llegado. -Pues yo sé, por fuente segura, que se ha enviado, replicó el Siervo de Dios. ->>Por quién lo supo? -Perdone si no lo digo; pero, averígüelo y verá cómo el decreto está aquí. Llamó el Gobernador al secretario. Negó éste que el decreto hubiera llegado al Gobierno Civil. Insistió don Bosco manifestando estar seguro de su afirmación. Entonces el secretario, entre la espada y la pared, dijo que volvería a buscar entre los papeles. Salió, buscó o no buscó, y volvió con el decreto diciendo: -Helo aquí; en efecto había llegado; pero estaba bajo la salvadera 1 y no había reparado en él. Finalmente salió el decreto a la luz, a fin de que las partes interesadas pudieran hacer las reclamaciones del caso. Y otra vez una nueva paralización, por culpa de que se había descargado mucha piedra para la obra sobre el terreno a expropiar: el propietario exigía una fuerte indemnización para transportarla. Hubo que recurrir a un peritaje, se hizo la inspección judicial del caso y se estimó un valor de veintidós mil quinientas liras por terreno y transporte. Y para terminar esta historia añadiremos aquí lo sucedido más tarde. Quiso el Beato comprar al mismo propietario el resto del terreno que faltaba para completar el cuadro de la manzana, donde se levantaba una casita del protestante; así podría alargar el edificio, donde colocó después a los Hijos de María. Y le propuso pagar el doble de lo que valiese el terreno. Accedió el propietario y su familia estaba conforme, pero no lo estaban ni lo consentían los valdenses, que instigaron al propietario a que aumentara el precio. Don Bosco se había resignado a hacer un ((**It11.496**)) sacrificio, si no se interponía la mala voluntad ajena. Cuando las partes interesadas debían encontrarse en el despacho del notario, no se presentó el propietario; cuando por segunda vez se le llamó, subió sus pretensiones a las nubes, tanto que el ingeniero Vigna, procurador de don Bosco, perdió los estribos e hizo pedazos el borrador del contrato, gritando: -íEsto es burlarse de la gente! 1 Salvadera. -Era un vaso lleno de arenilla, que se vertía por los agujeros de la parte superior, para secar lo escrito recientemente. íNuestras máquinas, plumas estilográficas y bolígrafos sonríen ante la salvadera! (N. del T.) (**Es11.419**))
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