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((**Es11.412**) una gran pena, y, en mi poquedad, hago cuanto puedo para defenderle, cuando descubro o me parece descubrir que las cosas no son conocidas suficientemente. Hace ya muchos años que estoy a su lado, y veo todo el gran bien que va haciendo y cómo el Señor bendice sus empresas; veo también cómo las cosas que parecerían más extrañas, cuando él las propone y las dirige llegan a buen término, y me veo obligado a concluir que verdaderamente el Señor le concede la gracia de estado; es decir, que habiéndole destinado a llevar a efecto ciertas obras providenciales, le da abundantemente su auxilio para que pueda ejecutarlas, si bien, de tanto en tanto, como ya sucedió a muchos otros santos fundadores, le toque chocar con personajes, ((**It11.487**)) muy respetables. Digo esto en razón de haberme atrevido ayer a defenderlo, quizá con un poco de acaloramiento; por lo demás, como decía, entiendo pedir humildemente disculpa, si hubiera hablado menos reverentemente y espero que, en su bondad, no querrá imputármelo a culpa>>. He ahí el lenguaje de un santo que, sin separar la justicia de la caridad, sale en defensa de otro santo en momentos de extrema delicadeza. Ahora confróntese este modo sensato de hablar con el juicio que de él hizo el Ordinario y que nosotros hemos traído un poco más arriba (pág. 259). Por consiguiente, ya estaba revocada la medida tomada, y don Bosco entendió que debía informar inmediatamente al cardenal Berardi. Y dicho Cardenal, mandándole las licencias limitadas para confesar, puesto que la facultad de los casos reservados no se acostumbra a conceder desde Roma, se apresuró a contestarle: Muy apreciado don Juan: Hasta ayer por la tarde no me llegó su otra apreciadísima carta del 29 del pasado diciembre, con la buena noticia de la revocación de la consabida medida. Tal noticia me llenó de inmensa satisfacción y ya suspendí los pasos del caso. Pero, si usted deseare que no sea así, avíseme enseguida y lo haré inmediatamente. En tal caso necesitaría una relación más detallada y precisa. Mientras tanto, no hay más que usar la máxima prudencia y reserva y, si llego a tener el placer de volver a verlo aquí, ya le abriré mi corazón sobre el asunto. No me parece muy conveniente confiar al correo, que no siempre es seguro, lo que deseo comunicarle. Así las cosas, vuelvo a recomendarme a sus oraciones a mí y a los míos, y con los sentimientos de mi mayor aprecio me reitero, Roma, 3 del 1876. Su atto. y s. s. J. B. BERARDI (**Es11.412**))
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