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((**Es11.346**) Tocarán después San Vicente, una de las islas de Cabo Verde, para proveerse de carbón. En el momento en que os hablo ya han pasado el ecuador y han entrado en el hemisferio sur; creo que ya hayan desembarcado o lo harán muy pronto en Río de Janeiro, que ya es una ciudad de América, la capital del Brasil. Desde allí no queda más que una parada, en Montevideo, antes de llegar al puerto suspirado de Buenos Aires. Desde Río de Janeiro hasta allí dura el viaje una semana; de modo que espero lleguen a Montevideo el 7 por la noche y que pasen la fiesta de la Inmaculada Concepción en esta ciudad. Imagino que mañana o pasado recibiremos cartas desde las islas de Cabo Verde y, quizá poco después, un telegrama, anunciando el feliz término de su viaje. ((**It11.407**)) Esto es, queridos jóvenes, lo que os quería decir esta noche respecto al viaje de nuestros misioneros. Otra noche os contaré lo que yo hice durante mi ausencia de Turín. Entre tanto, animémonos todos a celebrar verdaderamente bien la fiesta de la Inmaculada, continuemos pidiendo en nuestras oraciones por los misioneros y supliquemos al Señor que envíe muchos obreros evangélicos para trabajar en su viña y hacer el bien. Naturalmente muchos de vosotros sienten en este momento grandes deseos de partir y ser misioneros; pues bien, os puedo decir que, si todos fuerais de este parecer, habría sitio para todos y yo sabría muy bien a dónde mandaros, en vista de tantas necesidades como hay y las muchas peticiones que nos llegan de todas partes rogando, suplicando y diciéndonos cómo se han tenido que abandonar algunas misiones ya comenzadas por falta de misioneros. Mas, por ahora, comenzad a prepararos con la oración, portándoos bien y haciendo de misioneros los unos con los otros, dándoos buen ejemplo; porque también estudiando con empeño, cumpliendo vuestros deberes escolares, con el auxilio del Señor podréis conseguir vuestro intento, siendo amados por Dios y por los hombres. Buenas noches. La crónica hace notar que estas últimas palabras despertaron un verdadero ardor en el corazón de los muchachos, al extremo de que la mayoría ansiaba partir enseguida para dedicarse a las misiones en tierras lejanas. Y aquel entusiasmo por los misioneros no solamente prendió en los corazones juveniles del Oratorio. <>. El Beato comprendía muy bien las dificultades especiales que encontraban los sacerdotes para ingresar en la Congregación y hacerse misioneros. -Los pobres Obispos -decía- están acobardados: necesitan sacerdotes en cantidad, algunos no saben cómo arreglárselas para conseguir un número suficiente de coadjutores. Cuando un sacerdote les pide autorización para ir a las misiones extranjeras es imposible que respondan con un sí de satisfacción, como antaño, alabando su buen deseo, confirmándoselo, animándole y empujándole a llevarlo a cabo. (**Es11.346**))
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