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((**Es11.344**) de la nave les sirven de silla y tienen para dormir, todos juntos, un amplio dormitorio con cientos de literas alrededor, como las estanterías de una biblioteca. -Estas son las tres clases de viajeros, me dijo el capitán; y no hay más. -A estas tres, repliqué yo, hay que añadir otras dos. -Explíquese, contestó el capitán. -Venga, señor capitán, le dije; >>no ve ahí debajo cuántos pollos, gallos, gallinas, conejos, palomas, vacas, bueyes y hasta aquellos dos cerdos? >>No son también pasajeros que hay que contar en el número de los que tienen boca y comen, lo mismo que los demás? Estos, según mis cálculos, son los de cuarta clase. -Vaya, vaya -dijo riendo el capitán- he aprendido algo nuevo; es verdad, no se me había ocurrido, pero no me figuro dónde pueda estar la quinta clase. -Pues mire, yo se la hago ver fácilmente; basta hacer un pequeño ejercicio gramatical como el que hacen los maestros del segundo o tercer grado elemental; es decir, no hay más que cambiar el verbo de la voz activa a la pasiva, y me explico: >>no ve, señor capitán, cuántos manjares, asados, fritos, cocidos, verduras, salsas y ensaladas? >>No viaja también todo esto? Es más, >>podrían viajar los otros sin ellos? íNo! Por tanto hay que contarlo; esto forma la quinta clase; y, si no fuera por discreción, aún contaría la sexta clase con las maletas, equipajes y bultos más pesados que transporta el buque. Riéronse los que me escuchaban y entre tanto nos condujo el capitán a ver los camarotes correspondientes a nuestros misioneros. Se descendía al interior de la nave por una escalera comodísima, cubierta con una alfombra de felpa roja. Por miedo a ensuciarla, miraba si llevaba barro en los zapatos; pero el capitán me hizo una señal como diciendo: no importa que se ensucie, la limpiarán los empleados. Llegamos a una sala grande, y no creo exagerar si digo que era como la mitad de este locutorio. Allí había sillas de terciopelo, sofás, alfombras, armarios, espejos y cuantas comodidades pueda uno imaginarse. Y alrededor de esta sala están los espacios destinados para dormir, esto es, muchos cuartitos que se llaman camarotes. En ellos están las literas colocadas una sobre otra, de modo que uno se acuesta en la de abajo, otro sube a la de encima y el tercero más arriba aún. Hay camarotes que tienen cuatro literas, otros tres o dos; en algunos como, por ejemplo, el de don Juan Cagliero hay una sola cama para su mayor comodidad. ((**It11.405**)) Estaba aquella sala llena de viajeros y de marineros que transportaban los equipajes. Al ver que había allí un piano, Molinari comenzó a tocar una bonita marcha, a continuación entonó el Load a María y sus compañeros le siguieron hasta el fin. El cántico atrajo a muchas otras personas. Entonces don Juan Cagliero se abrió paso entre la gente y, aprovechando la ocasión, empezó allí mismo la misión con un sermoncito. Comenzó diciendo: -Puesto que hoy se celebra aquí en Génova la fiesta del Patrocinio de María Santísima, es muy justo que, a punto de emprender un viaje tan largo, se invoque, cantándole alabanzas, la protección de la que es estrella del mar y guía seguro al puerto, según las palabras de san Bernardo... Y terminó con una oportunísima exhortación, diciendo que durante el viaje todos tendrían comodidad para oír misa, confesarse y comulgar. íFue algo maravilloso! De entre tantas personas (eran cerca de setecientas) como hubo en aquella plática y en las siguientes, según me escribió don Juan Cagliero, ninguno protestó ni profirió palabras de desprecio. Al contrario, algunos preguntaron enseguida donde podrían confesarse; y, como no había confesonarios, hubo que improvisar uno con sillas, un velo y una cortina. (**Es11.344**))
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