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((**Es11.312**) se emplea el torno o caja giratoria, de manera que la hermana puede entregar todo sin necesidad de ver ni ser vista. -En Mornese no existe todavía el torno para servir a los sacerdotes; pero también habrá que ponerlo aquí con el tiempo; y, mientras tanto, será necesario estar atentas para guardar en esto la clausura, que precisamente significa cierre, separación. -Dicen, además, vuestras Reglas que las hermanas no vayan con frecuencia a casa de los señores párrocos o de otros sacerdotes, ni les presten servicio alguno. Todavía no estáis en este caso; pero si llegase... hagamos, hagamos como está escrito en las Reglas: la regla es la voz de Dios. No desaprobó el hábito nuevo de color negro, mas, como no era posible dárselo a todas enseguida por razones de economía, dijo: -Sí, hacedlos de color negro, a medida que podáis, sin causar molestias con los gastos. Las hermanas que no están siempre en contacto con el público, pueden gastar su hábito de color café. Es cierto que debemos querer la igualdad en el hábito; pero, en este momento, se trata de ajustar cuentas con la señora Pobreza. Después, poquito a poco, todas del mismo color, >>no os parece? El Beato se fue, acompañado por don Juan Cagliero y don Santiago Costamagna, hacia Ovada. Se reunían allí para las fiestas centenarias de san Pablo de la Cruz nueve obispos, con todos los cuales tuvo ocasión de hablar sobre las necesidades de sus Obras. Ese debió ser el único motivo que le aconsejó hacer aquel viaje. En efecto, en una de las cartas que, durante sus ausencias, acostumbraba escribir a don Miguel Rúa con una lista de encargos, informaciones e instrucciones, decía: <>. La ((**It11.366**)) carta no lleva fecha, pero ciertamente está escrita en Mornese y en esta ocasión. Llevóse también consigo al director de Mornese para que le ayudase a revisar las Reglas del Instituto, que debía presentar a la aprobación del Obispo de Acqui. Se hospedaron en casa de don Tito Borgatta del 29 al 31 de agosto. Cuando terminaban las funciones de iglesia, el buen Padre, se retiraba a la casa, donde don Santiago Costamagna le iba leyendo las Reglas, artículo por artículo, y él corregía, ampliaba y añadía. Después se las hacía releer, las retocaba, hasta ver bien expresado su concepto. De allí salieron casi totalmente transformadas. Gracias a aquel trabajo del fundador, las Constituciones merecieron la aprobación episcopal, concedida en el mes de enero de 1876. Al comentar el decreto recordaba don Santiago Costamagna a las hermanas unas palabras que había dicho el Beato: (**Es11.312**))
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