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((**Es11.279**) por el Gobierno y de tanto mérito personal, le conciliaba crédito. Pero cuando éste conoció sus intenciones, le dijo de modo terminante: -Señor Gobernador, hágase amigo de don Bosco si quiere triunfar; de lo contrario, don Bosco le hundirá. Faltóle tiempo al marqués de Invrea para comunicar estas palabras al propio don Juan Bautista Francesia. Pero el gobernador no hizo caso de aquel aviso. Contra la costumbre de sus predecesores, iba a visitar e inspeccionar personalmente los municipios, embolsándose las treinta liras diarias de las dietas. Un día se recibió en Varazze el aviso oficial de su llegada para la inspección del municipio y del colegio. Era precisamente el día de la Natividad de san Juan Bautista, por lo que tocó a don Juan Bautista Francesia quedarse a la espera del gobernador, no pudiendo asistir a la fiesta de don Bosco en Turín. Llegó a las cuatro de la tarde, presentóse al alcalde, dio una ojeada a los libros de la Administración municipal y, al ver algunas cantidades destinadas al pago de misas, fiestas religiosas e iluminación en honor de los Santos Patronos, dijo al alcalde, al estilo del tiempo, y con su punta de sarcasmo: -Hay otros Santos en el paraíso, por los que se debe gastar el dinero. El Alcalde, que era un rico señor, respondióle fríamente: -Nuestras fiestas las pagamos con nuestro dinero. Aquella tarde regresó Colucci a Génova, tan decidido a volver dos días más tarde a Varazze para visitar el colegio y las escuelas, que dejó para entonces la firma del alcalde ((**It11.326**)) para la entrega de su dieta. Pero Varazze no volvió a verle. Al llegar a su despacho se encontró con la horma de su zapato, pues allí le esperaba una orden ministerial, con su inmediato traslado a Catania. Más tarde fue relevado de su cargo y nombrado senador; pero sufrió una desgracia mayor: el Senado no aprobó el nombramiento y lo expulsó de su seno. Quizá fue aquél el primer caso de una expulsión semejante. Es forzoso, sin embargo, decir, en honor de la verdad, que en Catania echó mucha agua en su vino anticlerical, pues es innegable que favoreció de todos modos la apertura del primer colegio de don Bosco en Sicilia, en la ciudad de Randazzo. Pero, aun después de su partida, se apreciaba en el Gobierno Civil de Génova cierta velada hostilidad contra las instituciones de don Bosco, la cual desapareció con la intervención de Garibaldi. Cuando éste llegó a Génova y se dio cuenta de aquella animadversión, quiso saber el motivo, y después exclamó: (**Es11.279**))
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