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((**Es11.233**) también Ivrea era un hueso duro, y precisamente buen número de aspirantes pertenecía a esas dos diócesis. Hacía pensar en la conveniencia de atenerse a la ley el terror de que, en eventuales contingencias, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares no habría hecho caso alguno de alegar facultades concedidas oralmente por el Papa. >>No sería mejor solicitar por lo menos un rescripto de la Santa Sede y, mientras tanto, dirigirse a los obispos pidiendo las testimoniales, cada vez que se presentara un sujeto ((**It11.270**)) que no hubiere sido educado en las Casas salesianas? Don Bosco optó por el quieta non movere (no turbar la paz): él iría muy pronto a Roma y allí lo arreglaría todo; y, mientras tanto, se continuara aprovechando el privilegio de la exención, como hasta entonces. Por el contrario, no admitía dilación la disposición de designar los examinadores generales y provinciales, que dicho decreto pedía para la admisión al noviciado. También en esto se hizo como se pudo. Pío IX, que estaba enterado de las dificultades con que se enfrentaba la Congregación en aquellos inicios, >>no había dado carta blanca a don Bosco para ciertas cosas? Se dispuso, pues, así: los miembros del Capítulo Superior actuarían como examinadores generales y los Capítulos locales de cada casa actuarían como examinadores provinciales. En el Oratorio, en cambio, serían examinadores provinciales solamente los miembros del Capítulo local que no pertenecieran al Capítulo Superior, esto es, siete de los diez. Estas funciones se ejercieron por vez primera en Lanzo, durante los ejercicios espirituales, que allí se hicieron del 9 al 16 de septiembre, cuando fueron convocados por don Bosco todos los componentes de los distintos Capítulos de las casas para proceder al examen de las solicitudes de los postulantes, que aspiraban al noviciado o a la profesión. Fueron admitidos dieciocho a los votos perpetuos; <>. En el mes de noviembre recibieron la sotana cuarenta y ocho novicios, cifra no alcanzada nunca anteriormente. Don Bosco esperaba que aún serían más al año siguiente, puesto que muchos alumnos del cuarto y del quinto curso ya lo habían pedido o demostraban vivos deseos. Pero lo que más consolaba a don Bosco era el ver cómo los clérigos se iban consolidando en el espíritu. En años pasados hubo necesidad de hacer dejar la sotana a algunos; otros, después de permanecer algún tiempo en el Oratorio por conveniencia, terminaban por marcharse al Seminario. Pero le parecía que, entre los últimamente admitidos ((**It11.271**)) no había ninguno o casi ninguno con semejantes intenciones. (**Es11.233**))
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