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((**Es11.22**) viven, son unos desgraciados; y en caso de muerte, como no han sembrado más que el mal, no podrán cosechar más que frutos funestos. Animo, pues, queridos hijos míos: preocupaos por buscar, estudiar, conservar y promover los tres grandes tesoros de la salud, la aplicación y la buena conducta. ((**It11.16**)) Todavía una cosa más. Oigo una voz que viene de lejos y grita: íHijos míos, alumnos de Lanzo, venid a salvarnos! Es la voz de muchas almas que esperan una mano bienhechora que vaya a sacarlas del borde del abismo y las ponga en el camino de la salvación. Os digo esto porque algunos de vosotros están llamados a la carrera sacerdotal, a la salvación de las almas. Sed valientes: son muchos los que os esperan. Recordad las palabras de san Agustín: Animam salvasti, animam tuam praedestinasti (Salvaste una alma, predestinaste la tuya). Por último, hijos míos, os recomiendo a vuestro Director. Se que no goza de mucha salud; rezad por él, consoladle con vuestra buena conducta; queredle bien, tened con él una confianza ilimitada. Esto será de gran satisfacción para él y de gran provecho para vosotros. Mientras os aseguro que a diario os recomiendo en la santa misa, me encomiendo también a vuestras oraciones, para que no tenga la desgracia de predicar para salvar a los demás y después pierda mi pobre alma. Ne cum aliis praedicaverim ego reprobus efficiar. Que Dios os bendiga a todos. Creedme en Jesucristo. Turín, vigilia de la Epifanía 1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P. D. -Ruego al señor Director explique aquello que a lo mejor no pueda ser bien entendido. Son también muy paternales dos cartitas personales, que se pueden agrupar aquí, dirigidas, por aquellos días, a dos salesianos y que se han salvado afortunadamente de la dispersión general de quién sabe cuántas más del mismo estilo. El respondía cuando y como podía, pero tenía la costumbre de responder siempre. Sólo para leer toda la correspondencia, y él la leía toda, se requería mucho tiempo en semejantes ocasiones. Basta pensar en las doscientas cuatro cartas que en el año nuevo de 1875 se apilaron sobre su mesa. La primera de dichas cartas, dirigida a don José Ronchail, prefecto del Colegio de Alassio, sugiere una confianza que nace en el corazón y va derecha al corazón. Queridísimo Ronchail: Celebro que, después de emitir los votos perpetuos, disfrutes de mayor paz en el corazón. Es señal de que Dios te bendice y que, al hacerlos, ((**It11.17**)) se cumple el divino querer de Dios. Con que, si Deus pro nobis, quis contra nos? (si Dios está con nosotros,(**Es11.22**))
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