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((**Es11.104**) los privilegios de una Congregación, a elegir; y la otra, las dimisorias ad quemcumque Episcopum. La primera se refiere a la comunicación de los privilegios y la segunda a la concesión de las cartas dimisorias por el Rector Mayor a los ordenandos salesianos para cualquier Obispo. La gran alegría de don Bosco no podía por el momento proceder más que de la buena acogida del Papa al número once de su papeleta: <>. El sabía muy bien toda la serie de trámites por los que había que pasar para llegar a los Decretos; pero seguramente no imaginaba qué distante estaba todavía el día en que llegaría la concesión. En la misma audiencia preguntó al Papa si debía, como las demás Congregaciones religiosas, solicitar un Cardenal protector. El Papa le contestó textualmente: -Mientras viva, yo seré siempre vuestro protector y el de vuestra Congregación. De vuelta del Vaticano a su residencia en la vía Sistina, recibió una visita muy agradable. El día anterior un subteniente del ejército, que prestaba su servicio en Roma, en el Cuerpo de la Guardia del Rey, se encontró con él en una calle de la capital, se le acercó y le besó la mano con viva demostración de alegría y respeto. Y don Bosco le dijo: -Mi querido Bienvenido, >>todavía eres amigo de don Bosco? -íFigúrese! Nunca he olvidado, ni olvidaré jamás a mi bienhechor. -Pero tú sabes que los amigos no pueden vivir lejos el uno del otro, sino que siempre están juntos... íY tú estás tan lejos de mí! íVen, pues, a verme! El apuesto oficial se llamaba Bienvenido Graziano, era de Biella y había estudiado en el Oratorio. Muy impresionado por las palabras de don Bosco no pudo dormir en toda la noche; e iba ahora a decirle que, si lo aceptaba, estaba dispuesto a vivir con él y después ir a donde lo mandase. Don Bosco le escuchó con benevolencia y le dijo que, cuando quisiera y pudiera, fuese al Oratorio y que allí ((**It11.115**)) se pondrían de acuerdo. Pero que se presentara con su flamante uniforme porque a todos les gustaría ver a un valiente soldado del Señor entre sus filas. Graziano mantuvo su palabra leal. Nos encontraremos de nuevo con él en el próximo volumen 1. 1 J. VESPIGNANI.-Un año en la escuela de don Bosco, pág. 105, San Benigno Canavese 1930. (**Es11.104**))
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