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((**Es10.85**) Portentosa curación de un muchacho. El niño José Moreno, hijo de Enrique e Ida Andreis, de Turín, se cayó desgraciadamente de un tercero a un segundo piso y se rompió el cuello del fémur. La cura salió mal, y quedóle la pierna tres centímetros más corta que la otra: cojo por tanto y, además, con el pie torcido. Los padres le encomendaron a María Auxiliadora, prometiendo oraciones y limosnas si obtenían la gracia. Los médicos ya no sabían qué hacer; un doctor ortopédico proponía duros aparatos para intentar la curación. Pero la madre se opuso diciendo: -Lo que no pueden los hombres, lo hará María. En efecto, el 26 de mayo de 1870, dos días después de haberlo ((**It10.83**)) encomendado fervorosamente en la iglesia de María Auxiliadora, donde precisamente se celebraba su solemnidad, cayó de una silla el muchacho y el fémur roto se colocó en el sitio de donde unos tres meses antes se había separado. De manera extraordinaria se ensamblaron los huesos, curó el fémur y curó la pierna, que volvió maravillosamente a su primer estado, de modo que actualmente no presenta la menor señal de la desgracia habida. Sano, derecho y bien conformado en todo su cuerpo, camina expeditamente: hoy dan gracias a Dios en el templo a Ella dedicado. El hijo y la madre agradecidos. -Turín, 24 de mayo de 1871. -Ida Moreno Andreis 1. La señora Ida Moreno Andreis pertenecía a la familia del Siervo de Dios Leonardo Murialdo, el cual depuso el hecho prodigioso en el Proceso Informativo de la siguiente forma: Es sabido en Turín que muchas personas recurrieron y recurren al Siervo de Dios para obtener gracias extraordinarias, y que fueron escuchadas. Entre éstas puedo citar el hecho de la curación portentosa de un sobrinito segundo mío. Cayó este niño desde un tercero a un segundo piso y se fracturó una pierna. Fue operado para ponerle el hueso en su lugar. Más tarde se descubrió que, por no haber sido bien colocado, la pierna se le había quedado cinco centímetros más corta. Aseguraban unánimemente los médicos que para su curación era preciso recurrir a operaciones muy dolorosas; y que era indispensable romper de nuevo el hueso en el mismo sitio, lo cual, por otra parte, era dificilísimo lograr con éxito. Entonces la madre llevó al niño a la iglesia de María Auxiliadora y pidió con éxito que don Bosco lo bendijera en la sacristía y, entretanto, la madre juntamente con la abuela, que la había acompañado, prometieron una limosna a Miaría Auxiliadora, si curaba.Aquel mismo día, mientras comía, cayó el niño de su silla al suelo y lanzó un grito. Se llamó enseguida al médico, el doctor Gamba según creo, y éste, después de reconocerlo, exclamó: -íMilagro! Era, en efecto, algo verdaderamente extraordinario y antinatural que el hueso no se hubiese vuelto a romper precisamente en la unión de la primera rotura, lo cual habían asegurado dos doctores con anterioridad, parecía imposible. Entonces pusiéronle el hueso en su sitio, y quedó perfectamente curado, tanto que en su día pudo alistarse en el cuerpo de los bersaglieri (cazadores del ejército). La madre y la abuela cumplieron la promesa. Después de obtener esta gracia, la madre puso singular confianza en las oraciones de don Bosco, y especialmente después de su muerte 1 Ibídem, pág. 265.(**Es10.85**))
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