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((**Es10.776**) es causa de que los votos solemnes se hagan demasiado a menudo con cierta ligereza. En mi Seminario nunca se puso obstáculo a ningún clérigo que stase vocación por la vida religiosa, y ya alguno se hizo jesuita, otros capuchinos y otros misioneros de San Vicente de Paúl. Pero el tipo de noviciado que se debe hacer en éstas y en otras Ordenes semejantes es tal que el joven no puede ser atraído a ellas por ninguna consideración humana. Por consiguiente, estos clérigos, antes de determinarse a salir del Seminario para ingresar en estas órdenes, se aconsejaron con los Superiores, rezaron mucho, sopesaron las cosas, y por fin tomaron una resolución, que el Arzobispo no pudo menos de aprobar. En cambio, el tipo de noviciado que se hace en las casas de don Bosco tiene varios alicientes humanos, como ya demostré. Y de todos los clérigos que salieron de mi Seminario y entraron en las casas de don Bosco (y todos sin mi conocimiento y sin certificados), o entraron en ellas después de ser despedidos del Seminario por orden mía, con mandato expreso o invitación a quitarse la sotana, ni uno solo pidió consejo, ni uno sólo dio muestras de ir allí por deseo de perfección en una orden religiosa, sino que todos, sin excepción, dieron a conocer que iban por razones económicas, por cansancio de la disciplina del Seminario o por obstinarse en querer llegar a sacerdotes contra el parecer de su Arzobispo. Por desgracia hay en mi Diócesis mucho bien y mucho mal juntos; y en el mismo clero, junto a muchos santos, realmente hay muchos que flens dico (llorando lo digo) son indignos por todos conceptos del carácter sacerdotal, por ser dados a la embriaguez, a la lujuria, sin rastro de espíritu de Dios. Por otra parte, de año en año los sacerdotes ordenados no llegan a la cuarta parte de antaño y los pocos que se ordenan a duras penas bastan para cubrir las necesidades. Es, pues, de absoluta necesidad que estos pocos sean todos buenos y hasta óptimos. Por eso necesito tener mi Seminario ordenado lo ((**It10.853**)) mejor posible, y eso constituye precisamente mi continuo trabajo y mi diaria preocupación. Por esto necesito no ser molestado en ningún punto de mi administración, y especialmente en éste de la formación de mi clero joven. Pero el proceder de don Bosco, que he expuesto hasta ahora, evidentemente me molesta y mucho. Por esto, y ésta es la palabra decisiva, invoco de Su Santidad, ruego que prohíba explícitamente al Rector de la Congregación de San Francisco de Sales en Turín, recibir, en cualquiera de sus Casas, a ninguno de mis seminaristas como novicio, como estudiante, o en cualquiera otra condición, sin mi consentimiento escrito; y tampoco recibir a ninguno de mis seminaristas, a quien yo haya dado orden de deponer el hábito clerical, sin mi consentimiento. Y esto, lo antes posible. Recoja don Bosco el mayor número de jóvenes posible en sus casas; edúquelos y saque de ellos libremente el mayor número posible para miembros de su Congregación y los promueva a las órdenes. Yo estoy dispuesto a ayudarle en esto con todas mis fuerzas. Introduzca en su Congregación el mayor número posible de seglares diocesanos míos, y hágalos sacerdotes, con tal de que se me presenten a los exámenes prescritos por el Concilio de Trento, yo reboso de gozo y presto todo mi apoyo. Pero no entorpezca mi Seminario; no reciba en ninguna de sus casas a mis seminaristas, ni a los seminaristas de mi Diócesis a quienes yo juzgo ineptos para el sacerdocio. Si alguno de ellos muestra verdadera vocación para dicha Congregación, no se le impedirá el (**Es10.776**))
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