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((**Es10.760**) de los inviolables deberes y derechos que esencialmente te corresponden y del bien de tu grey. Hazle, en hora buena y con santo vigor, todas tus protestas (por ejemplo la muy reciente de su inexplicable silencio sobre los predicadores de los ejercicios para externos en Lanzo), contra su aparente espíritu de independencia; mas, por amor de Dios, no le niegues, in charitate Dei et patientia Christi, que te exponga con su lento hacer y hablar y con toda moderación los motivos especiales por los que le parece puede disculpar su manera de proceder. Tampoco conviene echarle en cara que se haya vanagloriado de haber cooperado a hacerte Arzobispo y, peor todavía, que pretenda usurparte el papel de Arzobispo. Perdóname, querido amigo, pero yo no dudo en asegurar que, en el genuino sentido que tienen semejantes expresiones -yo lo garantizo- nunca salieron de labios de don Bosco ni estuvieron en su ánimo. A lo más, yo le expondría ordenadamente, por escrito (para evitar el natural defecto de las palabras y respuestas importunas) todos los capítulos de mis deseos, o mejor, de las indispensables e intangibles exigencias de la Autoridad pastoral. Le rogaría que los leyera una y otra vez y los examinara atentamente y me contestara también por escrito con dos palabras de su pleno asentimiento; o bien, me presentara sus análogas observaciones, tanto más si éstas resultaran de privilegios pedidos, obtenidos y aprobados ya por la Santa Sede; bien entendido que, si estos privilegios se me mostrasen claros, me parece que me inclinaría con toda el alma a someterme a ellos y a sus lógicas consecuencias, aun a costa de cualquier herida en mis ordinarios derechos. De este modo daría por ello cualquier prueba que acabaría finalmente con un recíproco acercamiento y una pacífica cesación de todo choque y de toda desagradable colisión. Créelo, eximio y querido Arzobispo, don Bosco sólo desea tres cosas: la primera, entender claramente qué quieres tú de su Instituto; la segunda, que se le comprenda también a él tocante a lo que le parece serle permitido (extra ordinem communem) por la Santa Sede y por las condiciones ((**It10.835**)) verdaderamente excepcionales de su Casa y Obra; la tercera, que cuando es acusado y alega alguna razón o documento en su defensa, sea ésta creída, estimada y tenida en cuenta. Por lo demás, convéncete, su pensamiento, su deseo, su satisfacción es hacer el bien por todos los rincones de la tierra, pero principalmente ser útil a su patria, a la Archidiócesis donde nació y de donde le vino todo lo que es y tiene; y donde, por inspiración y gracia del Señor, puso los primeros cimientos de su Instituto. Perdóname, por favor, este es mi largo rollo de hojas y palabras, perdóname cualquier expresión, quizá demasiado avanzada o atrevida; y, sin más, déjame la dulce esperanza de ver o de saber deshecha cuanto antes toda mala inteligencia, superada toda dificultad, allanado todo choque, y tu satisfacción por haber llevado el Instituto a tal punto como para poderte gloriar de tener a don Bosco y a sus hijos entre los sacerdotes modelos de obediencia, y poder, incluso, desear que se presente una ocasión propicia para dar testimonio público de tu paternal y perfecto agrado, dignándote hacer una visita al Oratorio y celebrando la misa en su iglesia. Te ofrezco mis respetos y te saludo con afecto cordialísimo, mientras me complazco en profesarme, en los Corazones Santísimos de Jesús y María. Tu afmo. y seguro servidor y amigo >> EUGENIO, Obispo (**Es10.760**))
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