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((**Es10.657**) -Si es voluntad de Dios, las cosas se harán sin pensar tanto en ellas. -Pero es preciso que yo busque la manera de hacer oír a los hombres esta su voluntad para hacérsela comprender. Ahora tiremos adelante; con el tiempo todo se andará. >>Y decía esto tan alegre, tan sonriente, como uno que ya sabe lo que va a suceder y está seguro del feliz éxito de una empresa>>. El 2 de julio, nota también don Joaquín Berto, me paseaba un ((**It10.723**)) <>. Salió la conversación sobre la extraña conducta del Arzobispo con nosotros, y don Bosco, con el rostro sereno y como el que camina con la seguridad de quien nada teme porque prevé el porvenir, exclamó: <<-También esto pasará; al principio esta lucha me apenaba porque ignoraba el motivo de esta conducta; pero ahora el Papa me ha trazado un programa sobre la manera de conducirme. Dejo que haga lo que quiera y no digo nada. El se informa de todas nuestras cosas, y después se sirve de ello para hacernos daño. Don Bosco le hace sombra. El ensaya todos los caminos para poner obstáculos y cerrarnos la salida. Nosotros callaremos y no emprenderemos nunca nada contra él. Y si llegara al extremo de venir a mandarnos en nuestra iglesia, entonces le diremos: >>-Si quiere venir a predicar o a celebrar la misa, es dueño; pero para lo demás, puede retirarse>>. También el Señor, como solía, le dio alientos haciéndole ver cómo terminarían aquellas contradicciones. Monseñor Gastaldi, volvemos a repetir claramente, al tratar a don Bosco de aquella manera, no pensaba ni creía causarle ningún daño, sino que se comportaba como consideraba debía hacer, fundándose en sus derechos y en la tutela de su autoridad episcopal; actuaba in pontificalibus. Efectivamente, viole don Bosco repetidas veces, en sueños, con ese atuendo. Habíale parecido que debía salir del Oratorio por asuntos urgentes, aunque llovía a cántaros. Pasaba ante el Palacio Arzobispal y se topó con Monseñor Gastaldi, el cual, revestido con las más lujosas vestiduras pontificales, con la mitra en la cabeza y el báculo pastoral en la mano, quería salir de su palacio, a pesar de la lluvia que caía y con las calles llenas de barro. Don Bosco se le acercó y amablemente le advirtió que por favor se retirara mientras le daba tiempo, porque de otro modo se cubriría de lodo. Monseñor se volvió hacia él con mirada desdeñosa, no le contestó palabra y se puso en camino. No se dio por vencido don Bosco, le siguió los pasos y le suplicaba con insistencia que le escuchase. Entonces Monseñor le replicó: -íZapatero, a tu zapato! -Pero, al decir esto, resbaló, cayó por tierra y quedó totalmente cubierto de barro. (**Es10.657**))
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