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((**Es10.641**) buenas palabras y su buen ejemplo. La jovialidad y singular amabilidad, que en él brillaba, sin que él lo pensara ni soñara, le habían ganado tan buen nombre por doquiera que atraía hacia él a los niños con una fuerza velada por la caridad. No recibió en vano la gracia de la eterna luz, creció en edad y en gracia ante Dios y los hombres; y, sin más medios que los de la perfecta caridad, atrajo a su alrededor una corona cada vez más numerosa de hermanos con júbilo de los turineses y de los pueblos y ciudades próximos. Sabemos que así nació la Sociedad Salesiana y que en 1869, a instancia de muchos Obispos, fue aprobada y confirmada por la Santa Sede como Sociedad de votos simples, bajo la dirección del Superior General, el mencionado Juan Bosco, difiriéndose, sin embargo, la aprobación de las Constituciones. Ahora bien, habiéndonos pedido el mencionado sacerdote una carta comendaticia para obtener más fácilmente de la Sede Apostólica la definitiva aprobación, Nos, en conciencia y ante el Señor, atestiguamos lo que hemos visto con nuestros ojos y oído con nuestros oídos, para que dicha Sociedad, asegurada y reforzada con la autoridad de la Sede Apostólica, ofrezca, según su gran capacidad, buenos frutos también en los tiempos venideros. Es verdaderamente el grano de mostaza que, siendo la más pequeña ((**It10.705**)) de las semillas, llega a ser la mayor de las hortalizas, extiende sus largas ramas, y a su sombra se refugian las aves del cielo; así esta Sociedad, de humildes principios, fecundada por el rocío de la gracia divina, por no decir casi por milagro de la Providencia, creció en breve, ante la universal admiración, como un gran árbol, en cuyas ramas encuentran, especialmente los pobrecitos, hospitalidad paterna y, lo que más cuenta, se alimentan con el manjar divino. Todos son unánimes al afirmar el bien realizado y el que a diario se realiza en el Instituto que lanza, como faro luminoso, sus destellos a todas partes, por lo que no es de extrañar que los jóvenes pobres corran de todas partes a refugiarse en el Oratorio Salesiano, atraídos por el perfume de los unguentos, que manan en las fuentes de la caridad cristiana. Aquí, en efecto, las almas se enriquecen de virtudes; de una fe recta, una esperanza firme, una caridad sin fingimientos. Aquí los niños son educados en la ciencia y la piedad, con longanimidad, con paciencia, con dulzura, y con la enseñanza de la verdad todos son educados con llaneza cordial. Los que tienen talento son encauzados a los estudios, los otros a diversos oficios según su propia índole, sin excluir la música, no sólo por inclinación, sino también para lograr una honesta ganancia, es decir, para tener con qué vivir al salir del Instituto. Y aún más, por las tristes condiciones de los tiempos. En efecto, se levantan pequeños Oratorios, donde los niños recogidos bajo el patrocinio de un Santo, son educados en la piedad con el catecismo, la santa misa, piadosas exhortaciones, la frecuencia de Sacramentos y también con honestas diversiones, de las que a duras penas puede quedar privada la tierna edad. Los óptimos sacerdotes de la misma Sociedad, al frente de las escuelas, gratuitamente devuelven lo que gratuitamente recibieron, con amabilidad en las palabras, con los escritos y con el ejemplo. La Sociedad Salesiana es, sin duda, sal para condimentar los tiempos tristes; es luz que ilumina a los que tienen ojos y no ven y se sientan a la sombra de la más oscura ignorancia; es voz del que grita por las calles y las plazas y preserva a todos los pobres jóvenes de la mala levadura y les enseña los divinos mandamientos. No se puede pasar por alto lo que todos reconocen utilísimo, el taller de tipografía donde ya se publicaron muchos libros, merced al estudio y al esfuerzo de los miembros de la misma Sociedad. (**Es10.641**))
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