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((**Es10.625**) sino que mi intención es la de reunir a muchachos y aun adultos de moralidad segura, de moralidad probada durante varios años, antes de ser admitidos en nuestra Congregación. ->>Cómo conseguir esto?, interrumpió el Padre Santo. -Lo he conseguido hasta ahora, añadí, y espero seguir consiguiéndolo, por la clase de socios que se reciben para formar parte de la Sociedad. ((**It10.687**)) Nosotros nos limitamos a muchachos educados, instruidos en nuestras casas; muchachos ordinariamente seleccionados por los párrocos que, al verles resplandecer por sus virtudes, en medio de la pala y el azadón, los envían a nuestras casas. Dos tercios de ellos vuelven a sus casas. Los que se quedan se ejercitan durante cuatro, cinco y hasta siete años en el estudio y en la piedad y solamente unos pocos de éstos son admitidos a la prueba, aun después de este largo tirocinio. Por ejemplo, este año terminaron retórica en nuestras casas ciento veinte; ciento diez ingresaron en la categoría de clérigos, pero sólo veinte quedaron en la Congregación; los demás fueron enviados a los respectivos Ordinarios Diocesanos. Admitidos así a la prueba, deben pasar dos años aquí en Turín, donde tienen cada día lectura espiritual, meditación, visita al Santísimo Sacramento, examen de conciencia, y cada tarde una conferencia que les doy yo, raras veces otro, y eso a todos los aspirantes en común. Dos veces a la semana, una conferencia expresamente para los aspirantes; y una vez, para todos los de la Sociedad. Cuando el Padre Santo oyó todo esto se dio por muy satisfecho y siguió diciendo: -Dios os bendiga, hijo mío, haced las cosas del modo que me decís, y vuestra Congregación logrará su fin, y, si hay dificultades, comunicádmelas y estudiaremos la manera de superarlas. Después de esto se llegó al Decreto de aprobación que V. E. ya ha visto. Y nosotros hemos hecho lo que se ha dicho. Por lo que acabo de exponer puede V. E. comprender fácilmente que, si el Noviciado no existe de nombre, me parece que lo hay de hecho. Añade V. E. que, salvo poquísimas excepciones, ningún miembro de la Congregación Salesiana manifiesta las necesarias virtudes y se los encuentra faltos especialmente de humildad. Ruego humilde y respetuosamente a V. E. tenga a bien indicarme quiénes, no así en general, sino por su nombre, y le aseguro que estos individuos serán severamente corregidos, y una sola vez. Esto constituiría un escondrijo a descubrir, escondrijo desconocido por mí hasta el presente y escondrijo desconocido por V. E. hasta el mes de abril del año corriente. Hasta esa fecha V. E. vio, oyó, leyó y, podemos decir, administró todo lo más importante, de esta casa. Hasta esa fecha proclamó siempre con sus escritos y con su palabra, pública o privada, que esta casa era como el arca de salvación de la juventud, donde se aprende la verdadera piedad y cosas por el estilo. Tendría más cosas que decir, que no quiero confiar al papel, y que espero exponerle de viva voz, cuando V. E. pueda oírme. Agradezco las benévolas expresiones de su carta, y éste es el único consuelo que puedo tener, al tiempo que, con la más profunda gratitud, tengo el honor de profesarme, De V. E. Rvma., Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. (**Es10.625**))
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