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((**Es10.58**) -íOh!, no; era algo muy difícil; aquí tiene sus recuerdos y mis propósitos, los he puesto en esta caja. Y, al decir esto, me mostraba una cajita que llevaba bajo el brazo. ->>Y por qué has mentido así, le dije, y has engañado a don Bosco y al Señor? íQué desgraciado! Procura, al menos ahora, arreglar las cosas de tu alma. -íSí!... íEl alma!... íHay tiempo! Después... después... Y, así diciendo, se marchaba a otra parte. Pero yo le volví a llamar y le dije: ->>Por qué haces eso? Escúchame y recobrarás la alegría. -íUf!, exclamó, encogiéndose de hombros por toda respuesta. Y se alejó. Yo, que le seguía con una mirada llena de tristeza, me dije: -Pobre muchacho, te has buscado tu propia ruina y no ves la fosa que has abierto a tus pies. Y, al decir esto, sentí un fuerte ruido como el de un cañonazo. Me desperté asustado y me encontré sentado en la cama. Entonces, estuve un buen rato meditando sobre lo que había visto, hondamente preocupado por la suerte de aquel muchacho. Después me volví a dormir, y he aquí que continuó el sueño interrumpido. ((**It10.52**)) Me pareció hallarme solo en medio del patio y, al dirigirme hacia la portería, me encontré con dos sepultureros que venían a mi encuentro. Fuera de mí por la sorpresa, me acerqué a ellos y les pregunté: ->>A quién buscáis? -íAl muerto!, respondieron. ->>Que decís? Aquí no hay ningún muerto. Os habéis equivocado de puerta. -No, de ninguna manera. >>No es ésta la casa de don Bosco? -íCierto!, respondí. -Pues bien, nos avisaron que había muerto un muchacho de don Bosco y teníamos que enterrarlo. -Pero, >>cómo es esto? >>Estoy soñando? Yo no sé nada. Entretanto miraba a mi alrededor buscando a alguno. El patio estaba desierto. Y continuaba diciéndome a mí mismo: ->>Cómo es que no veo a nadie? >>Dónde están mis hijos? íAdemás es de día! Nos dirigimos hacia los pórticos y allí cerca encontramos un ataúd sobre el cual estaba escrito el nombre del muchacho muerto, con la fecha del año 1872. En otra parte se leían estas terribles palabras: Vitia eius cum pulvere dormient (sus vicios dormirán con el polvo). Como los sepultureros se lo querían llevar, yo me opuse diciendo: -No permitiré que se lleven a uno de mis hijos, sin que yo le hable todavía una vez. Y me acerqué al ataúd para romperlo; pero no me fue posible, a pesar de mis esfuerzos. Seguía yo en mis trece y los sepultureros se impacientaban. Comenzaron a reñir conmigo, y uno de ellos, en un arrebato de furor, dio un golpe tan fuerte al ataúd que lo rompió. Me desperté y me quedé el resto de la noche triste y melancólico. A la mañana siguiente, lo primero que hice fue preguntar si el tal individuo estaba en el Oratorio y me dijeron que estaba jugando en el patio. Entonces me sentí aliviado en mi dolor.(**Es10.58**))
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