Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es10.46**) también los muchachos, que le confiaba la divina Providencia, pudieran conservar sin mancha esta hermosa flor de virtud. >>Se afanaba para apartarlos de los peligros. Por eso acortó las vacaciones, estaba alerta para elegir asistentes y maestros, mandaba tener cerrados durante el día los dormitorios y, en general, todos los escondrijos; quería amplios patios, donde todos los muchachos pudieran estar ((**It10.38**)) a la vista de los asistentes, prohibía que los alumnos entraran en las habitaciones de los otros e incluso en las de los Superiores, excepto los que tenían despacho, por ejemplo, el director y el prefecto. Quería que los asistentes no dejaran solos a los jóvenes y que por la noche tuvieran corridas las cortinas de su cama para poderlos vigilar mejor. Pero, lo que más cuenta, es que sugería a los mismos muchachos tantos medios que, de practicarlos, se podía tener la seguridad de que se conservaban castos. Aconsejaba, sobre todo, la frecuencia de los sacramentos y la devoción a la Virgen. >>Por la naturaleza de su institución tenía que aceptar en su internado muchachos, que ya habían sido alguna vez víctimas de las pasiones humanas. Pero tomaba tantas y tales precauciones para que no perjudicaran a los demás que nunca sucedía ningún grave inconveniente. Además, él mismo no los perdía de vista y, si sospechaba que alguno de ellos necesitaba vigilancia especial, avisaba a otros superiores para que anduvieran ojo avizor y, para mayor seguridad, ponía a su lado algún compañero seguro en la virtud, con el encargo de no perderlo nunca de vista, de que se ganara su amistad, y que, con garbo, lo encaminara a las prácticas piadosas, especialmente a la frecuencia de los Sacramentos. No hay, pues, que extrañarse de que con todos estos medios se obtuvieran conversiones extraordinarias y no hubiera graves desórdenes>>. íTampoco hay que extrañarse de que sucedieran hechos singulares, y hasta ordinarios, entre los alumnos del Oratorio! En la escuela de un santo, y de un santo como don Bosco, florecían las azucenas y se formaban ángeles de los que a veces se servía el Señor para hablar a su fiel Siervo! Un día del 1871, estaba en el patio, rodeado de muchachos, los cuales sabían que pronto iría a Roma. Uno de ellos se alzó de puntillas y le dijo claramente al oído: -Diga esto y esto al Papa. Acabado el recreo, subió a su habitación, mandó llamar al muchacho y pidió le repitiera lo que le había dicho poco antes, y le oyó responder: -íSi no le he dicho nada...!(**Es10.46**))
<Anterior: 10. 45><Siguiente: 10. 47>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com