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((**Es10.393**) E iniciaron la conversación de las negociaciones sobre los obispos y las sis vacantes. Hablaron de la convención franco-italiana y de los últimos sucesos de Roma. Y exclamó el Ministro: -íMire, don Bosco, de no haber ido nosotros allá, hubiera ardido toda la d! -Eso no; respondió el Santo con franqueza; créame, Excelencia, que también yo conozco Roma y puedo asegurar que no había peligro alguno, ni remoto siquiera, de que sucediera lo que S. E. dice; intentemos por tanto atenuar la impresión que han producido aquellos hechos en todo el mundo católico. ->>De qué modo? -Tenemos la Ley de garantías, que no debe ser una burla. Es preciso que los obispos puedan ser elegidos libremente por el Papa y que el Gobierno les conceda las temporalidades, salvando así el decoro de la Iglesia y dejando intactos sus derechos. Por otra parte, aquí no se trata de ninguna cuestión, de ningún interés político... Parecía que el Ministro estaba de acuerdo y que trataba amigablemente de penetrar en sus puntos de vista, hasta asegurando que, por su parte, no habría oposición alguna. Don Bosco lo exhortó también a procurar que se desistiese del propósito de suprimir algunas diócesis, pues corrían voces de querer llegar a aquella odiosa medida, que sería un obstáculo más par alcanzar un feliz éxito en el asunto. El, mientras tanto, no dejaría de prestar sus buenos oficios ante la Santa Sede, en el caso de que fuera posible llegar a un arreglo. Durante aquel tiempo fue llamado el Ministro. Graves asuntos habían obligado a que se reuniera el Consejo de Ministros, presidido por el mismo Rey ((**It10.427**)) en persona. Don Bosco se quedó solo en la sala, por más de una hora. Volvió Lanza y le comunicó que el Consejo de Ministros no se oponía a la elección de los obispos, pero antes se quería tratar de las circunscripciones de algunas diócesis, porque eran muy pequeñas. Evidentemente se trataba de incautarse de sus bienes. El Santo contestó claramente que jamás de los jamases habría intervenido él en asuntos de tal género y, que si se querían sentar semejantes precedentes, dejaría también de interesarse por los nombramientos de los obispos; que él no era un embajador extraordinario, ni le correspondía dar consejos al Papa y sólo se interesaba por el nombramiento de los obispos y por el bien de muchas poblaciones privadas de Pastores. Por otra parte, que no era honroso, ni siquiera para el Gobierno, entremeterse en semejantes intrigas que habrían (**Es10.393**))
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