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((**Es10.293**) Presidía el M. Rvdo. Sr. D. Miguel Rúa, prefecto. Las cosas recomendadas fueron: 1.¦ Trabajar para lograr que los recreos resulten beneficiosos a los alumnos y también a los asistentes. Para esto, es preciso entretenerse con ellos, tomar parte en sus juegos y en sus conversaciones; aunque siempre con tiento y lo más amablemente posible. Puede suceder, a veces, que algún muchacho descarado, se mofe, diga alguna frase desvergonzada al asistente delante de los compañeros; no conviene, en tal caso, reprender enseguida a aquel joven o alejarse, sino llamar aparte después al culpable y amonestarle por su falta de respeto y cortesía. Estos buenos modos repetidos ayudarán mucho a calmar el natural inquieto de los muchachos e inducirlos a tratar bien a los demás. 2.¦ Lograr que los muchachos nos amen y nos teman a la par. Esto es fácil.Cuando ellos ven que un asistente se deshace en atenciones por su bien, no pueden menos de quererle. Cuando ven que el asistente no deja pasar nada por alto, bien entendido, de cosas que no van bien, sino que les corrige todas sus faltas, no pueden menos de temerle, es decir, tener con él cierto temor reverencial, que se debe tener a los superiores. De una cosa debe guardarse el asistente, a saber, de no rebajarse mucho con los muchachos en las conversaciones, en las acciones, y especialmente en los juegos: debe tener cierto aire de gravedad, hacer ver con su porte que es superior a ellos. Se juzgó oportuno recordar este ((**It10.317**)) último punto, a pesar de haber sido tratado ya en una conferencia del año pasado. 3.¦ Se preguntó si se debía decir siempre a los muchachos el motivo, el porqué de las malas calificaciones que se les dan. Se concluyó que les convenía saber la razón de sus malas calificaciones; pero que los jóvenes deben pedirla con respeto, y no en presencia de otros; y se ha de ver que la piden para poderse corregir. En este caso, el asistente puede decirla a los que lo piden con respeto y que se encuentren solos, mas no conviene hacerlo cuando la piden con arrogancia o en presencia de los demás; puede contestar entonces con tono grave: -Te lo diré después; o también: -Ve al superior y él te lo dira todo. Mientras el asistente pueda salir del paso por sí mismo, hágalo; mas, cuando puede suponer que resulta inútil para alguno lo que él haga, conviene que dé parte al superior y le informe; su influencia obtiene siempre más. 4.¦ No desalentarse, cuando los muchachos nos dan graves disgustos. Sucede, a veces, que hay jóvenes, que ya han cometido fechorías de toda clase; el pobre asistente no sabe qué hacer, y dice que no comprende cómo puede todavía tolerarse a aquel tal, etc. Y todo esto es justo, puede tener razón; los superiores no toman enseguida una determinación, porque ello bastaría para perder a los más generosos bienhechores de la casa y causar perjuicio no sólo al joven expulsado, sino a muchos otros. Esto no significa que no se piense en poner remedio. Sólo se trata de aguantar todavía algún tiempo y todo se arreglará. Por aquellos días la condesa Callori, que deseaba guardar un grato y religioso recuerdo de su hijo Julio César y quería asegurarle, por si lo necesitara, particulares sufragios, deliberaba mandar celebrar una misa perpetua de aniversario; y el piadoso legado, de acuerdo (**Es10.293**))
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