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((**Es10.291**) que le producía abundante sudor nocturno y le hacía pasar a menudo noches enteras sin pegar ojo. Volvieron también a hinchársele tanto las piernas, que le molestaban bastante y le obligaron a recurrir a las medias elásticas, que hubo de llevar hasta el fin de su vida. Por la mañana bajaba siempre puntualmente a la iglesia para confesar, mas nunca se decidió a echar la siesta por la tarde. Vencido por el sueño, dormitaba sentado en una silla, por un cuarto de hora o media hora como máximo, y volvía enseguida al trabajo. Tampoco quiso nada de particular en la comida. <>. Durante unos tres meses se adaptó a celebrar la misa en un altarcito privado, cerrado de día en un armario de su antesala, adonde también acudían a oírla devotamente varias personas. ((**It10.315**)) Pocos días después de su regreso, el 23 de febrero por la mañana, Amelia Josefa Crosa recibió de su mano la sagrada comunión y, después de la misa, un ejemplar de los Hechos amenos de la vida de Pío IX, en el que escribió de su puño y letra estas palabras: -El mundo es embaucador, sólo Dios es buen pagador-.Era un dicho, familiar en sus labios, que empleaba para encender la caridad en las almas piadosas. Agradecido a cuantos habían implorado su curación, sintió cada día más intenso el deseo de consagrar generosamente, a la gloria de Dios y al bien de las almas, la vida que le había sido prolongada. Envióle al clérigo Angel Rígoli, alumno que fue del Oratorio, una medalla y una estampa de san José con el facsímil de la firma de Pío IX: bajo las palabras Ite ad Joseph, escribió estos renglones: Querido Rigoli: Gracias por las oraciones que has hecho por mi curación. Ahora ruega para que salve mi alma. Te envío la medalla que me pides, junto con una estampita (**Es10.291**))
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