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((**Es10.221**) atento con don Bosco, que éste solía llamarlo su valiente ortopédico. La enfermedad era grave, y durante los primeros días se temía seriamente por su vida. Por eso, primero en Varazze y después también en Turín, los que le querían comenzaron a temer que no se hallara en buenas manos, ya que el bueno del doctor Carattini sólo llevaba en Varazze unas semanas. ((**It10.235**)) Con tal motivo don Juan Bautista Francesia llamó a consulta al doctor José Fissore, de la Real Universidad de Turín. Don Miguel Rúa obtuvo enseguida que éste, que conocía y admiraba grandemente a don Bosco, fuera a visitarlo. Y fue, le visitó, habló extensamente con el médico de cabecera. Y los nuestros, que tanto miedo tenían, respiraron cuando el doctor afirmó claramente: -íQue siga don Bosco tranquilo en manos del doctor Carattini! íMerece toda confianza! El doctor Carattini cobró grandísimo afecto a don Bosco y continuó manifestándolo durante un cuarto de siglo, cuidando con solicitud conmovedora y caridad paternal a cuantos necesitaron su asistencia en aquel colegio. Tan pronto como supo la señora Susana Saettone, que don Bosco había caído enfermo, fue a visitarlo, pese al frío del crudo invierno, volvió varias veces más para decirle siempre que rezaba y hacía rezar por su preciosa salud. Las visitas de la buena señora en aquellos días angustiosos fueron muy consoladoras para los Salesianos, que empezaron a considerarla como a una madre, y ella, a su vez, tuvo la bondad de llamarlos sus hijos. Fue realmente una fortuna ser tan apreciados y honrados por ella, porque los vecinos de Varazze, cuando la veían subir una y otra vez al Colegio para visitar a don Bosco, comprendían que se trataba de un hombre poco común y singular, más aún, de un santo; desapareció al punto la frialdad y desconfianza que tenían desde el principio por los nuestros, amistaron con nosotros y no desmintieron nunca su cordial adhesión. Tampoco olvidaba don Bosco en aquellos días a las almas generosas, que le daban continuas limosnas para el bien de sus pilluelos y que sabía se interesaban mucho por tener directamente noticias de él. El cuarto día de la enfermedad se las daba a su <>, la condesa Callori por medio de don Juan Bautista Francesia, el cual firmaba: <>. Entre los que más insitieron por tener noticias a diario se distinguió (**Es10.221**))
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