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((**Es10.217**) mismo que había publicado la Unidad Católica el 4 de octubre; calificó su elección de rasgo inesperado de la Divina Providencia, al que no había contribuido ningún favor humano, y que era el Espíritu Santo quien le había colocado al frente de la diócesis de Turín. Lo repitió con tal insistencia, que todos los que sabían cómo habían ido las cosas, no pudieron menos de decirse unos a otros, tal y como lo aseguraba ante nosotros el canónigo Sorasio: -íEsto va mal para don Bosco...! íMalo...! Pocos días después, el 2 de diciembre, salió don Bosco hacia Génova. Pasó el día 3, primer domingo de Adviento, en Marassi, donde habló con algunos miembros de la Conferencia de San Vicente de Paúl y con el director, don Pablo Albera, sobre las necesidades de la incipiente casa. El día 4 fue a Varazze. Había escrito a la señora Susana Prato viuda de Saettone, natural de Celle Lígure, y domiciliada en Albisola Marina, anunciándole que iría a verla, pero rogándole que no comunicara a nadie la noticia de su visita. Esta señora era suscriptora de las Lecturas Católicas desde el año 1853, y recibía más de cuarenta ejemplares, que repartía entre la gente del pueblo. Fue tan grande la alegría que experimentó al recibir la carta de don Bosco, a quien no conocía personalmente, que no veía la hora de poder besar su mano. La piadosa Susana merecía una visita del Santo; su vida era una continua serie de obras buenas; no había ningún desdichado que hubiera encontrado en otra parte mejor ayuda que en su corazón y en su generosidad. ((**It10.231**)) Se casó en segundas nupcias con el señor Saettone, acomodado comerciante de Albisola Marina; mientras vivió, le consideraba, más que compañero, como un verdadero bienhechor. Y, una vez muerto, le recordaba siempre con veneración y gratitud. Cuando rezaba el Angelus, ante cualquiera con quien se encontrase, no dejaba nunca de añadir: -Y ahora un De profundis por el amo de casa. En efecto, gracias a su segundo esposo, pudo multiplicar los generosos impulsos de su corazón. Tenía la casa abierta a todos los pobrecitos, que encontraban en ella lo que necesitaban. Muchas chicas huérfanas fueron puestas por ella a buen seguro, colocándolas con alguna buena familia, o en algún centro religioso. Mucho le ayudaba para ello la beata María Josefa Rossello, Fundadora de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia 1. Algunos muchachos 1 La beata María Josefa Rossello, en el siglo doña Jerónima Benedicta Rossello, fundó el (**Es10.217**))
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