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((**Es10.1138**) paciencia en ir y venir inútilmente y tantas veces, para hablar con personas y obtener un favor, o sencillamente componer un asunto concerniente al bien ajeno o al de la Iglesia, o para recoger una limosna, al verle subir hasta un cuarto piso, no podía menos de decirle: >>-íDon Bosco, si viesen o supiesen en el Oratorio lo que usted tiene que trabajar y sudar por lograr una limosna con que resolver un asunto en favor de sus hijos! >>Y él replicaba: >>-íTodo para salvar mi pobre alma!... íPara salvar nuestra pobre alma hay que estar dispuestos a todo!...>>. Nada, absolutamente nada, le hacía perder la calma y serenidad habitual. Un día estaba monseñor Manacorda sentado con él a la mesa en casa del caballero Esteban Colonna, expedidor apostólico. Había muchos otros convidados. Intentó hacerle enfadar, molestándolo, reprochándolo, llevándole la contraria, buscando todas las maneras de salirse con la suya sin escatimar apodos irreverentes e ironías. Pero él, siempre sonriendo, bromeando, dando explicaciones, o callando, supo defenderse tan delicadamente que hasta hizo perder la paciencia al buen Monseñor, que le guardaba singular veneración. Soportar serenamente cualquier humillación era el medio de que se valía para vencer todos los obstáculos. Y el Señor estaba siempre con su Siervo. Hemos referido algunas gracias obtenidas con su bendición: don Joaquín Berto dio testimonio de una de ellas en el Proceso Informativo. <((**It10.1240**)) Bosco y siguió su camino. Pero, al verse cortésmente correspondido, volvió atrás para darle las gracias y dijo que en 1867, cuando don Bosco se hospedaba en cada del conde Vimercati en San Pedro ad Víncula, él había sido llevado allí para recibir su bendición. >>-Entonces, añadió, yo estaba loco; pero recuerdo que, cuando me llevaron para que usted me bendijera, me dijo que no temiera en absoluto porque curaría. Pues bien, desde entonces estoy perfectamente curado: Le he visto otras veces caminando por la ciudad, mas, por respeto, nunca me atreví a acercarme...>>. Era grandísima la admiración y veneración de que universalmente gozaba. (**Es10.1138**))
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