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((**Es10.1063**) mi óbolo para el Santo Padre y otro con quince dedicado a Pío IX, fueron entregados a S. E., el señor Arzobispo, cumpliendo sus órdenes; y también sus cuentas, unos papeles de familia, el documento de obligación de mis primos y la correspondencia con los mismos. Quedé pasmada. >>Qué hacer en aquella situación? Me armé de valor y me presenté al Superior Eclesiástico. Tomando pie del agradecimiento que le debía por su solicitud en visitar a menudo a mi hermano difunto, le pregunté tímidamente sobre lo que había dejado al morir. Y me contestó que no se había encontrado nada. Desconcertada ante las contradictorias declaraciones de don José Begliati y las de Monseñor, me propuse preguntar al primero sobre la discordancia de sus declaraciones. Para colmo de desgracias, el día anterior este mismo Sacerdote fue atacado de apoplejía, con pérdida del uso de la palabra, y murió al día siguiente. Yo volví a Roma. Hace pocos días me escribió la sobrina diciéndome que el teólogo Bertagna, por deliberación del señor Arzobispo, enviaba a mi casa dos títulos de a cincuenta liras para que me quedara con uno y el otro correspondiente a las sesis sobrinas, hijas de mi difunta hermana. Confieso que quedé muy extrañada por el envío y mucho más por la extraña distribución, pues no puedo convencerme de que nadie pueda, en vida, disponer arbitrariamente del testamento de un difunto. Considere, Rvmo. don Bosco, que, desaparecido el testamento, no puedo reclamar la cantidad de quince mil liras de mi propiedad y me encuentro en la imposibilidad de entregarle todo lo que el mismo hermano quería que se le diese para el fin arriba mencionado. Pero, lo que más me toca en lo vivo y me aflige es verme privada de la herencia de los sentimientos de veneración y homenaje a la Santa Sede, que yo comparto con él, y no poder tener el honor de poner a los pies de su Santidad el óbolo que le estaba destinado e impetrar la bendición pontificia. Ahora que está usted informado de este desgraciado incidente, no me queda más que ((**It10.1159**)) poner en sus manos, como lo hago, el hilo de este enredado ovillo, para que con su prudencia lo desenmarañe y libere mi conciencia de la opresión en que se encuentra para el cumplimiento de la voluntad de mi querido hermano. Pero, de todos modos, si no se encuentra el testamento, no puedo por ahora devolverle más que la mitad de lo que recibí de Monseñor, ya que la otra mitad, de acuerdo con la ley, se debe a las seis sobrinas susodichas, y no quiera Dios que el marido de alguna de ellas acuda a los tribunales para reclamar lo que a todas ellas debería entregarse. Poco tiempo después le envió el título de la renta de cincuenta liras, que había recibido. Don Bosco estaba todavía fuera de Turín. A su regreso le escribió desde Lanzo: Benemérita señora Eurosia: Una carta urgente me obligó a partir a toda prisa hacia las casas de Liguria, donde he pasado unas semanas. Me encuentro actualmente en Lanzo y le doy cuenta de nuestros asuntos. He recibido el título de la renta de cincuenta liras y se lo agradezco cordialmente; se ha vendido enseguida y se ha empleado su valor para cubrir las necesidades más urgentes de nuestros jovencitos. Lo demás quedó paralizado con la desgracia de la muerte de don José Begliati. Ya estaba todo resuelto con él. Ahora hay un nuevo Rector; he hablado con él; me aseguró que se informaría y luego me daría razón detallada, que yo me apresuraré a comunicar a usted. (**Es10.1063**))
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