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((**Es10.101**) Aquel jovencito era Francisco Picollo, natural de Pecetto Torinese; se hizo salesiano, llegó a sacerdote y fue maestro de novicios, director e inspector. Semejante al afecto que le profesaban a don Bosco sus hijos, era, ya desde entonces, el aprecio, la veneración y la admiración que le tributaba toda suerte de personas, aun en el extranjero, por sus extraordinarias virtudes y por su apostolado, como más adelante veremos. Presentaron por aquellos años a la princesa María Victoria de Saboya-Carignano a un alumno del Oratorio, y se la oyó exclamar: -íDichoso tú, que estás con un Santo! <>. ((**It10.102**)) Escenas semejantes sucedían ya en todas partes. <>. A pesar de todo, notaba Juan Villa, <(**Es10.101**))
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