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((**Es1.61**) avisos oportunos, no dejaba de recomendar a la abuela que no los perdiera de vista. Los muchachos, atentos a no hacer nada que pudiera disgustar a su madre, esperaban con ansia su regreso, tanto más que siempre les prometía traerles como regalo un pan bendito. A los niños de aquella edad y condición les parecía una gran cosa aquel regalito. ((**It1.54**)) Así que, desde lo alto de la colina se ponían a mirar como vigías y cuando su madre, cansada, sudorosa, cubierta de polvo, aparecía al fondo del sendero que subía hasta la casa, corrían ellos a su encuentro y, apretujándose a su alrededor, repetían una y otra vez:-íEl pan bendito, el pan bendito! - La madre se paraba, sonreía y exclamaba: -íCuánta prisa! íQue impaciencia! Esperad un momento; un poco de calma; dejadme llegar hasta casa y descargar la cesta; dejadme respirar un poco.-Ellos, correteando, la seguían hasta la cocina. Alli se sentaba y, rodeada de los chicos, sacaba de la cesta el pan bendito. Los niños alargaban las manos: -íA mí, a mí!- Y la madre:-Calladitos, despacio; os daré el pan bendito, pero antes necesito saber que habeís hecho durante el día. -Ellos aguardaban en silencio para responder a las preguntas que les dirigía a cda uno. Por ejemplo, interrogaba a uno:-Fuiste a tal casa, como te encargué, para pedir aquella semilla y aquella herramienta? Qué te dijeron? Y tú ,qué contestaste?- Después al segundo: -Hiciste lo que te encomendé, si venía por casa aquella buena vecina? Cómo lo cumpliste?- Y a todos: -Os ha pedido la abuela que le hicierais algo que necesitaba? Le habéis obedecido con prontitud? Ha tenido que reñiros por algo? Ha venido algún chico del vecindario a veros? De qué habeis hablado con él? Qué habéis hecho todo el día? Habéis reñido entre vosotros? Habéis rezado el Angelus al mediodía?- Cón estas y semejantes preguntas procuraba que le dieran cuenta exacta de todo lo que habían hecho y, diría casi hasta de lo que habían pensado. En estos diálogos los niños contaban todo lo sucedido con sus más mínimos detalles. ((**It1.55**)) La buena madre, siempre cariñosa, siempre serena, escuchaba las respuestas y añadía sus prudentes observaciones, que servían de norma en adelante. -Muy bien, respondía a uno; muy bien dicho. Un poco más de paciencia, un poco más de amabilidad, decía a otro. Esto no está bien; para otra vez estáte más atento. No ves que es una mentira y las mentiras disgustan al Señor?- Cuando veía que habían sido obedientes, concluía: -Así me gusta; tratad bien a la abuela y Dios os lo premiará.- De esta manera, recurriendo a la ley de Dios y a las buenas costumbres, los iba habituando a discernir lo (**Es1.61**))
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